La última lección del presidente que volvió a clase

González Laxe impartirá el día 10 su última sesión en la Universidad tras una larga trayectoria en la que la política tuvo papel protagonista

El expresidente de la Xunta y catedrático, Fernando González Laxe.   | // VÍCTOR ECHAVE

El expresidente de la Xunta y catedrático, Fernando González Laxe. | // VÍCTOR ECHAVE / Marta otero Mayán

Lunes, 23 de febrero de 1981. Un jovencísimo profesor que no llega a la treintena imparte una clase de Economía Política en los barracones de Riazor. Un ordenanza, Rafael, le aborda a la salida. “Acaban de dar un golpe de Estado”. El profesor, escéptico, se dirige al coche. Prende la radio. “Efectivamente. Entonces era así, no había Twitter”, recuerda ese docente, con la memoria fresca y perspectiva de cuatro décadas.

Seis años más tarde, el profesor que escuchaba, incrédulo, la voz de Tejero a través de la radio del coche se convertirá, a sus 35, en el segundo presidente de la Xunta de Galicia, el primero del Partido Socialista. Dos años después, pondrá la primera piedra de lo que hoy es la Universidade da Coruña, y que ayer eran esos barracones rudimentarios en los que Fernando González Laxe, catedrático, que se prepara para impartir su última clase en la facultad de Economía, conoció el amor por la docencia. “La profesión más bonita del mundo, junto a la política”, revela. Entre esos dos mundos, el del hemiciclo y el de las aulas, pivotó la trayectoria personal y profesional de Fernando González Laxe, que ofrecerá su última lección de Economía Aplicada —abierta al público, de 11.30 a 13.00— el próximo miércoles.

Una lección en la que hará deliberar a su auditorio en la posición y los retos futuros que encara Galicia, y en la que buscará, por encima de todo, un objetivo: el de irse cumpliendo. “Se me debería de exigir, o yo me exijo a mí mismo, irme de aquí proponiendo algo, dejando algo en positivo. No se puede uno marchar dando un portazo, quiero dejar una contribución a la sociedad”, reflexiona. Su contribución, adelanta, será poner negro sobre blanco, o “en forma de pirámide”, las posibilidades que tiene Galicia en un contexto difícil, marcado por la inflación y la guerra, para resultar “atractiva, seductora” y, sobre todo, resiliente. Habla el docente, pero, entre medias, asoma el político que nunca dejará de ser. “En algunos índices, como la Sanidad, Galicia va bien. En otros, como la eficiencia empresarial, va mal. Centrémonos en eso”, propone.

González Laxe quiere dejar las aulas cumpliendo, pero podría decirse que hace tiempo que cumplió su parte. Lo hizo en el momento en el que, sin desligarse de la vida política pero tras dejar las responsabilidades más exigentes, volvió a las aulas como catedrático. Un lugar del que ya no salió desde el año 2000 y del que ahora comienza a despedirse. Esas aulas en las que tanto ha enseñado y que tanto le han enseñado a él, que llegó a la política aprendido. O estudiado. “Es bueno que las personas pasen un tiempo estudiando la teoría y que luego tengan la oportunidad de llevarlo a la práctica. Nos da una cierta ventaja. La política te permite comprobar respuestas de la sociedad ante esas teorías. Hay que entrar en la política aprendido, allí no se va a aprender. Aunque a veces, la teoría no contempla todos los supuestos”, advierte. A él, ejemplifica, los conocimientos le sirvieron, antes de San Caetano, para negociar la entrada de España en las Comunidades Europeas. “Apliqué lecciones que me enseñaban mis profesores, de esas que solamente se daban a pie de página en los libros de texto”.

Para cuando llegó la Xunta, “que fue como una silla eléctrica, sometido a constante presión, tensión y desafíos”, la lección estaba aprendida. Su mirada hacia los pupitres, en los que se podían estar sentando los políticos o los gestores del futuro, ya nunca fue la misma. “ Tienes que enseñarles las hipótesis posibles, a reaccionar ante la sociedad. Estadísticamente, de ahí saldrá algún conselleiro, o un director de alguna gran empresa. Quizá un premio Nobel...”, imagina.

En un universo en el que la política es más bien un vicio del que cuesta desengancharse, y que pocos son los que tienen un lugar al que volver y, de hecho, vuelven, González Laxe, “hijo de maestra”, siempre supo que regresaría a la enseñanza. Y siempre supo por qué. “Satisfacción —resume—. La educación es vocacional, me gusta explicar y razonar las cosas. Los jóvenes hablan otro idioma, pero cada mano levantada para preguntar o intervenir es una satisfacción. Y tiempo. La enseñanza te da tiempo para reflexionar y para leer, en la política y en la empresa el tiempo es escaso”, revela. Ahora, con la jubilación, que se ha permitido posponer unos años, si algo tendrá es tiempo. Lo dedicará a la investigación, de la que no se desligará, y, sobre todo, lo dedicará a trabajar por el futuro, ante el que se declara “absolutamente optimista”. A Fernando González Laxe aún le quedan muchos retos por los que trabajar o en los que contribuir, que concentra en tres horizontes. “La transición ecológica, la transición digital, y la redistribución de la renta”.

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