Visma, “despensa rural” de A Coruña

El historiador Arturo Abad presenta un libro en el que ahonda en la historia y la idiosincrasia del territorio entre los siglos XV y XVI

El historiador Arturo Abad, en el mirador de San Roque, en Visma.   | // VÍCTOR ECHAVE

El historiador Arturo Abad, en el mirador de San Roque, en Visma. | // VÍCTOR ECHAVE / Marta otero Mayán

“¿Cómo era la vida en San Pedro de Visma en los siglos XV y XVI?”. Es una pregunta que solía hacerse el investigador Arturo Abad antes de sumergirse en la historia del territorio rural de la periferia coruñesa para dar a luz a la publicación San Pedro de Visma, territorio, vida y personas, en la que elabora un exhaustivo recorrido por las características y singularidades de un lugar que sirvió de “despensa” para la urbe coruñesa y cuya identidad y contribuciones Abad se ha propuesto destacar y recuperar. “Historias de A Coruña hay muchas, pero de sus entornos rurales no hay nada”, defiende Abad. Es esta la premisa de su estudio, que presentará hoy, en el marco de las fiestas del barrio, en el centro cívico de San Pedro de Visma a las 19.30 horas.

No hay detalle que no tenga cabida en el texto, que repasa desde las ocupaciones y el nivel cultural de su población, su sistema de organización municipal, sus costumbres y hasta su relación con la urbe, A Coruña, que se servía de las aportaciones de estos núcleos rurales para subsistir. “Visma era una de las 96 feligresías de la antigua provincia de A Coruña, desaparecida en 1833. Otros territorios eran Santa María de Oza o San Vicente de Elviña. ”, desgrana Abad.

Su tratado, el más exhaustivo de la historia del territorio hasta el momento y que recoge algunos datos inéditos, dibuja la feligresía como un territorio eminentemente rural, con una población dedicada al cultivo de los productos de la tierra, como trigo, mijo o legumbres, y también a la pesca, con gran dependencia de la Iglesia, propietaria de la mayoría de los terrenos, pero aún así indispensable para la vida en la cabeza de la provincia, A Coruña. “La ciudad no permitía ningún tipo de cultivo. Visma abastecía de agua y de todos los productos hortícolas, ganaderos y de primera necesidad a A Coruña. Era la despensa de la ciudad. Se cultivaba lino para extraer la tela, que era la fuente principal de vestido para los gallegos. Había también alguna viña, pero el vino era tan mallo que pidieron al corregidor de la ciudad que autorizase la importación de vino de Valencia”, asegura el historiador.

Pese a su querencia por el territorio, del que él mismo es oriundo, Abad no disfraza la realidad ni edulcora el pasado del enclave, aquejado por algunas de las coyunturas propias de los territorios rurales: bajo nivel educativo y poca esperanza de vida. “Era un lugar con un grado de analfabetismo altísimo, de en torno al 90% de la población, igual que en otros territorios como As Viñas u Oza. Eso nunca se había estudiado, es una parte inédita de la historia de la ciudad. Por otra parte, había un alto índice de mortalidad infantil, sufrían muchos problemas derivados de los partos”, recoge Abad.

La publicación ahonda, asimismo, en el sistema de organización que regía esta pequeña sociedad rural, que se adivinó más “democrática” que la propia cabeza de provincia, pues, a diferencia de lo que ocurría en A Coruña, en Visma se elegía a sus representantes a través del sufragio. “Tenía una organización municipal propia y específica, compuesta por una asamblea de vecinos y un mayordomo pedaño elegido directamente por los vecinos. En el Ayuntamiento de A Coruña los regidores eran impuestos, y los cargos se compraban y vendían. La asamblea de Visma era libre y democrática”, defiende.

El libro detalla, además, algunas de las idiosincrasias curiosas imperantes en Visma pero propias también de otros territorios de características similares, como el grado de “endogamia” de su vecindad, con un 60% de matrimonios entre los propios vecinos dando pie a estirpes extensísimas, o sus costumbres funerarias, sus ritos y su relación con la muerte.

La publicación persigue también las huellas aún visibles de ese legado, poco numerosas, por desgracia, en su forma más tangible. “Todavía hay restos de antiguas edificaciones, como una casa del siglo XVI en Bens o una del XVII en la zona de O Portiño. Allí está también el antiguo cementerio de la ciudad, que es una finca cerrada. Pocos restos físicos quedan, porque la zona se urbanizó mucho”, cuenta.

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