La nueva vida y las nuevas quejas al Puerto coruñés

El Puerto acumula siete años sin registrar reclamaciones ambientales y recibe las primeras sugerencias sobre los nuevos muelles abiertos

El Rías Altas, delante del transtlántico Norwegian Gateway y el Queen Victoria, ayer, en el Puerto.

El Rías Altas, delante del transtlántico Norwegian Gateway y el Queen Victoria, ayer, en el Puerto. / Carlos Pardellas

Daniel Abelenda Lado

Daniel Abelenda Lado

El Puerto lleva siete años sin recibir una queja o una sugerencia sobre materia medioambiental. Desde el traslado de una parte importante de las operaciones de descarga de graneles sólidos desde las dársenas interiores a la de punta Langosteira y el cese de actividad de la medusa, que quedó desmantelada este mismo año, las peticiones y quejas trasladas a la Autoridad Portuaria han evolucionado hacia asuntos más relacionados con la interacción entre la ciudadanía y el propio puerto, como problemas de movilidad y estado de las infraestructuras.

En todo el año 2022, el Puerto recibió solo tres quejas y tres sugerencias. Dos de ellas se centraron el deterioro del pavimento en zonas portuarias: una sobre el dique de abrigo y otra sobre O Parrote, de competencia municipal. La Asociación de Mayoristas Exportadores de Pescado presentó la tercera de las problemáticas registradas: protestaron por la suciedad ocasionada por la gran presencia de palomas en el entorno. Recibieron asimismo peticiones para habilitar un museo del mar o de los faros e instalar una placa o un monolito que sirva para rememorar la historia portuaria en los nuevos muelles habilitados para los vecinos (Batería y Calvo Sotelo), que se incorporan como novedad a la última memoria de sostenibilidad portuaria. En ella, el Puerto dice tomar nota sobre “el interés que están generando los nuevos espacios abiertos al ciudadano”.

En los últimos cinco años, las quejas han puesto de manifiesto la preocupación creciente de los vecinos por las instalaciones portuarias. En 2018, la mayor parte de las cuestiones presentadas respondían a desperfectos en el mobiliario y la iluminación de la Marina y O Parrote; además la contaminación acústica que generó un concierto. Antes de la pandemia, en 2019, comenzaron a intensificarse las quejas que pedían abrir al uso público los espacios portuarios. Dos de ellas cuestionaban la prohibición de circular en bicicleta a través del recinto. Dos más se centraron en la falta de mantenimiento de la vía perimetral del puerto y el paseo de O Parrote. Ambas fueron remitidas al Ayuntamiento coruñés. En el 2020 se trasladaron dos quejas y una sugerencia. Con el repunte de caminantes tras el confinamiento, la mayor parte de las consultas se refirieron de nuevo a aceras en mal estado de competencia municipal, no portuaria. Un ciudadano también urgió a derribar un varadero en la dársena de Oza por su mal estado de conservación. El Puerto rechazó esta propuesta al considerar que el edificio estaba “en condiciones de ser recuperado y utilizado para por alguna empresa de construcción y reparación naval”, según refleja el informe de sostenibilidad del ejercicio de 2020.

Ya el año pasado, el movimiento de usuarios dio un paso más allá en las sugerencias. Una de ellas planteó la idea de fijar líneas marítimas de pasajeros que conecten A Coruña con Irlanda. Los otros asuntos fueron una recogida de firmas de vecinos de Os Castros para pedir que se reduzca la intensidad del alumbrado del puerto de Oza y el tratamiento adecuado para una colonia de gatos en esta misma dársena.

Con excepción de cuestiones acústicas o lumínicas, el Puerto no ha recibido desde 2016 ninguna queja medioambiental, después del traslado de la descarga de grano al puerto exterior. En 2022 llegaron 5,4 millones de toneladas de graneles, de los que el 80% se descargaron en Langosteira. De esta cantidad, 1,6 millones de toneladas contenían carbón, cuyo destino final fueron Alemania y Polonia.

Los instrumentos de medida, la calidad del aire de la dársena interior han mostrado datos positivos desde el cambio de las operaciones, tanto en los captadores pasivos, económicos y con capacidad para tomar muestras de forma simultánea, como el punto de control del polideportivo de San Diego. Debido a que este último se encuentra situado a 300 metros del punto de control del puerto, la Autoridad Portuaria decidió prescindir de su instrumento de medida de forma progresiva.

Triple escala de grandes cruceros

El Puerto recibió este martes la visita simultánea de tres trasatlánticos que desembarcaron en la ciudad a casi 9.400 pasajeros entre turistas y tripulación. Cada una de las embarcaciones de grandes dimensiones ocupó un muelle distinto en las aguas coruñesas. El Norwegian Gateway, llegó a Transatlánticos procedente de Bilbao; el Mein Schiff, vino desde Cherburg, Francia, al muelle de San Diego; y el Queen Victoria, se quedó en Calvo Sotelo Sur tras venir desde Southampton, en el Reino Unido. Durante toda la jornada llamaron la atención de los viandantes en el entorno portuario

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