El acusado del crimen de Oza-Cesuras dice que su supuesto cómplice le dio el arma tras matar a la víctima: "Me quedé alucinado"

Declara que fue a la casa a robar y achaca la presencia de pólvora en su chaleco y fibras de su jersey en la víctima por un intercambio de prendas con Paolo, un compinche del que no hay rastro

Declaración, hoy, del acusado por el crimen de Oza-Cesuras

Declaración, hoy, del acusado por el crimen de Oza-Cesuras / L.O.

El acusado del crimen de Oza-Cesuras, Alberto S.P., ofreció ayer su versión de lo ocurrido el 15 de enero de 2021 en el juicio con jurado que se celebra en la Audiencia Provincial . Lo hizo, tal y como solicitó, al término de las testificales y periciales. El único sospechoso de asesinar a la joven de 33 añosa Cristina N. T. de un disparo en la nuca insistió en que acudió a la casa de la víctima, esposa de un compañero de trabajo de su mujer, con el único propósito de robar. Lo hizo, reiteró, acompañado por un tal Paolo, alias Portu, “compinche” en otros robos y con quien había coincido unas horas antes al ir a drogarse a un narcopiso de Meicende.

Alberto S. P. declaró que él y su cómplice llegaron a la casa, ubicada en el pequeño núcleo de Vilar de Costoia, Porzomillos, alrededor de las siete de la tarde tras realizar antes varias paradas para drogarse y comprar unos grilletes en una armería. Al aproximarse a la vivienda se cruzaron con la víctima, a la que afirmó no reconocer a pesar de que había coincidido con ella en alguna ocasión. “Nos preguntó si queríamos algo. Yo me quedé parado pero Paolo empezó a correr tras ella. Ella entró dentro de la finca, cerró la puerta y fue hacia la casa gritando pidiendo ayuda”. Él, dice, saltó el portalón y comenzó a la perseguirla “para que no avisara a la policía”.Entró tras ella en la casa rompiendo el cristal de una ventana para abrir la puerta y la siguió escaleras arriba hasta el baño, que tenía una ventana que daba al tejadillo del garaje. Ahí, dice, le perdió la vista.

El acusado del crimen de Oza-Cesuras, en el juzgado.

El acusado del crimen de Oza-Cesuras, en el juzgado. / Iago López

Sostuvo que corría con dificultad porque se había roto el calcáneo.“Al salir al tejado me falló la pierna y caí de rodillas. Llegué al borde y vi a Cristina en el suelo, tirada boca abajo; antes oí un petardazo, una explosión, un ruido fuerte y seco”, declaró. Al intentar bajar cayó a plomo del tejado, se hizo daño en una pierna y logró salir a duras penas de la finca tras forzar un portalón: “Me olvidé de Cristina,no podía moverme, pensé que ya seguiría Paolo detrás de ella”. Ya fuera se cruzó con unos vecinos: “Levanté la mano para pedirles ayuda, que llamasen a una ambulancia, me encontraba mal, estaba sofocado, en ese momento pesaba más de cien kilos, pero ellos no me hicieron ni caso”, llegó a lamentarse.

 Fue entonces cuando escuchó una especie de silbido o bisbiseo: era Portu, dijo, agazapado tras una esquina. “Fui para ahí. Me cogió, arrastró de mi, me metió en unos matorrales”. En ese monento, dice, su supuesto cómplice le pidió que se quitase el chaleco [en el que se hallaron restos de pólvora] e intercambiaron sus jerseys, sin llegar a aclarar el motivo de este traspaso de prendas que le permitiría justificar que restos de fibras de la sudadera que vestía en el momento de ser detenido hubiesen aparecido sobre el cuerpo de Cristina. La ropa, según su versión, no fue lo único que intercambiaron. “Me dijo, toma, aguanta, y me dio la pistola, yo me quedé alucinado, en shock”, afirmó. Paolo le dio también una mochila y se llevó otra, la que apareció semienterrada con los grilletes, el arma, el chaleco y una cadena metálica. “Me dijo, te queda ahí tabaco, espera aquí y cuando pase toda esta movida vengo a por ti”. No lo volvió a ver, afirmó.

El acusado, con un agente de la Guardia Civil, durante la reconstrucción del crimen.

El acusado, con un agente de la Guardia Civil, durante la reconstrucción del crimen. / Víctor Echave

Poco después llegaron los agentes de la Guardia Civil. Él, dice, estaba “tumbado entre las zarzas”. “Me pusieron boca abajo y me dijeron ‘qué le has hecho a la chica?, está muerta, la has matado”. A partir de ahí ya no me acuerdo de nada”. Fue entonces, supuestamente, cuando sufrió un amago de infarto.

¿Por qué esa casa?

El acusado sostiene que “se le vino a la cabeza” esa casa porque “sabía” que “estaba vacía, que los dos trabajaban”, en alusión a Cristina y su marido. Alberto S.P. no pudo argumentar en qué basaba ese conocimiento en el caso de la víctima, auxiliar de ayuda en el hogar, y argumentó se lo “imaginaba porque más o menos el trabajo es así” y porque tiempo antes habían coincidido a las dos de la tarde con el esposo de Cristina y les había dicho que iba a buscar al niño a la guardería, que su mujer trabajaba.

 En contra de lo que mantienen Guardia Civil y testigos, el sospechoso afirma que las luces de la casa estaban apagadas, por lo que dieron por hecho que no habría nadie en ese momento. Sobre los motivos que le llevaron a robar en una casa, apeló a deudas por drogas.Dijo que ganaba unos 1.900 euros al mes como camionero y que entre 1.500 y 2.000 se le iban todos los meses en heroína y cocaína”. “Consumía más de mi sueldo en droga”, afirmó. El día del crimen, ilustró, había dejado a deber cerca de doscientos euros en el narcopiso de Meicende.

Consultado sobre si relamente pensaba que iba a encontrar cosas de valor en la casa que compartían la víctima, auxiliar de ayuda en el hogar, y su marido, mozo de almacén, replicó: “No, pero en una casa sueles encontrar dinero, joyas, una consola, un portátil... Cosas que se pueden vender rápido”.

Contactos previos con la víctima

El acusado admitió que había mantenido tiempo, en agosto de 2019, una larga conversación de Whatsapp con la víctima. Relató que había sido él quien se puso en contacto con ella para ponerla al corriente de la estrecha relación que mantenían sus respectivas parejas, de la que había sido conocedor al leer los mensajes en el teléfono de su mujer. “Se lo dije para que no fuese la tontita”, argumentó.

Se trata de una conversación a la que dan especial trascendencia la Fiscalía y la acusación particular, en la que según apuntaron ambas, el acusado llegó a deslizar amenazas contra el marido de la víctima, a lo que ella replicó que su madrastra era coordinadora en la empresa de mensajería en la que trabajaban ambos y que, si lo pedía, despediría a su esposa.

Alberto S.P. confirmó también ser conocedor también de los problemas de su mujer en el trabajo a raíz de que se deteriorase su relación con el marido de la víctima y que le llevaron a pedir una baja por ansiedad tras denunciar un supuesto acoso. Admitió también que grabó una conversación que mantuvo un par de meses antes del crimen con un compañero de su esposa y que giró en torno, supuestamente, a ese expediente: “Ella pensaba que tenía amigos ahí y yo le quería demostrar que solo eran compañeros, que iban a lo suyo”, alegó. Negó, con todo, haber dicho que ya tomaría él medidas o que "las cosas no iban a quedar así", que refirieron testigos.

El acusado mantuvo la calma en casi toda su declaración, aunque en un par de momento, perdió las formas. Especialmente cuando la fiscal le preguntó por los motivos por los que no había auxiliado a Cristina N. T. al verla tirada en el suelo, que contrapuso con las quejas que él mismo trasladado a la sala por no recibir ayuda de unos vecinos de la zona que le vieron herido: "Es diferente porque yo iba a hacer un delito, a robar, y ¿si te cogen ahí, qué? Dime, dime...”, increpó a la fiscal en un tono que llevó a la jueza a apercibirlo.

La Fiscalía pide 28 años de cárcel por asesinato y tenencia ilícita de armas y la acusación particular, prisión permanente.

La defensa solo admite penas por intento de robo.