Entrevista | Manel Esteller Premio Rafael Hervada de Investigación Biomédica

“El apoyo familiar y los círculos de amigos son buenos para una longevidad saludable”

“El reconocimiento facial con IA nos permite conocer la predisposición a enfermedades”

Manel Esteller, ayer en el
hospital San Rafael.   | // IAGO LÓPEZ

Manel Esteller, ayer en el hospital San Rafael. | // IAGO LÓPEZ / R. D. Rodríguez

La Fundación San Rafael ha concedido el Premio Rafael Hervada a la Investigación Biomédica en su edición 29 al trabajo Aplicaciones de la Inteligencia Artificial (IA) en la medicina de vanguardia usando la epigenómica, del doctor Manel Esteller Badosa, un referente internacional en epigenética y en la investigación del cáncer. Esteller, gran aficionado al atletismo y a Sherlock Holmes, advirtió de que las herramientas de IA no deben “hacer olvidar la humanización de la medicina”. Ayer recibió el premio en el hospital San Rafael.

Su carrera ha merecido numerosos reconocimientos. ¿Qué representa el Premio Rafael Hervada?

Es un honor, porque refleja la tarea de la Fundación San Rafael de fomentar la investigación de muchas formas. Los premios son un estímulo para seguir haciendo investigaciones, y este premio pone la ciencia en los medios de comunicación, donde aún es difícil que encuentre espacio.

No hacemos más que leer y hablar de la IA. ¿Con la IA, la medicina pierde algo de humanidad?

La inteligencia artificial es una herramienta que reduce la complejidad a algo sencillo que los humanos podamos entender. La mayoría no sabemos cómo funciona el mecanismo de un móvil pero lo usamos todo el día. En la medicina usamos la IA para que a partir de datos genómicos complejos obtengamos conclusiones científicas que nos permitan tener diagnósticos y un mejor tratamiento de los pacientes.

En el campo de la Epigenética, ¿hasta dónde está llegando la IA?

A muchos terrenos. Lo más interesante es que a partir de una resonancia magnética, una ecografía o una radiografía la IA nos permite saber qué tipo de enfermedad tenemos. O que con una muestra enigma que un patólogo analiza en un hospital pueda hacer un diagnóstico. ¿Esto es una inflamación o un cáncer? La IA nos debe ayudar a diferenciarlo. En Epigenética hemos ayudado a crear herramientas bioinformáticas e intentamos que sean aplicables de forma sencilla para que un médico, cuando introduzca el dato genómico, sepa lo que tiene su paciente.

¿Hasta dónde más puede llegar?

Hay un área relativamente nueva en la que a partir de imágenes concretas de algo la IA puede escribir una historia. Por ejemplo, explicar que una imagen es de un helecho, una planta con tal edad y quizá afectada por tal hongo. Esto se puede aplicar en medicina: a partir de un reconocimiento facial, de la cara de una persona de tal etnia y tal edad biológica, se puede conocer... y esto es lo más interesante pero también lo más pantanoso... la predisposición de esa persona a ciertas enfermedades. Desde el año pasado ya sabemos que hay familias predispuestas a unas enfermedades, y hemos logrado que las familias no sean discriminadas por seguros o por su trabajo.

¿Cómo de prudentes debemos ser con la IA?

Hay que tener precaución con el mal uso de la IA para discriminar, es decir, clasificar a las personas para motivos como no darle un trabajo, o limitarle su acceso a la salud, o cobrarle más por ser proclive a tener más enfermedades. También ha de regularse su acceso a las personas jóvenes, porque otro campo en el que explotará la IA próximamente es el de la educación infantil.

¿Cambian mucho los genes a lo largo de la vida y según los hábitos?

Nos modifican bastante, más de lo que creemos. Nosotros jugamos siempre una partida de cartas, unas cartas que nos dan nuestros padres, y que pueden ser malas o buenas. ¿Qué hacemos después con esas cartas? Hay gente que con buenas cartas, buena genética, después juega malas partidas que puede perder, porque nuestros hábitos tóxicos son claves para modular el riesgo de enfermedades.

¿Cuáles son esos hábitos?

El tabaco es un gran modificador que empeora nuestros genes. Uno de cada tres tumores humanos se debe al tabaco, que causa fibrosis, enfisema y enfermedades que no permiten respirar bien por las mañanas. Otro modificador ambiental de genes es el sedentarismo, la obesidad: andar un poco cada día es un factor protector de los genes. También está el alcohol, la alimentación basada en grasas o comida procesada, la radiación solar, que se asocian a mayor riesgo de enfermedades.

¿Qué es saludable que no sepamos, o no intuyamos?

Nos hemos dado cuenta, y lo hemos reflejado en el libro El secreto de la vida eterna, de que para una longevidad saludable tener un buen círculo de amigos y el apoyo familiar, haciendo actividades en esos círculos, es bueno. Es algo que hace cierta prevención de muchas enfermedades, no solo del cerebro. Pero aún desconocemos, a nivel molecular, el mecanismo por el que eso ocurre. Creemos que las personas que lo hacen desarrollan más circuitos neuronales que otras, porque hacen cosas distintas, se relacionan más…

Una de sus investigaciones conocidas se centra en saber por qué una mujer catalana ha llegado a la edad de 116 años. ¿Qué le sorprende más?

Lo más llamativo es que su edad biológica está unos 14 años por detrás de su edad cronológica. Es de 102 años, que es muy alta. Quizá este es el motivo por el que está viva, porque sus células estás más jóvenes. ¿Por qué? Los estamos investigando. Sabemos que es una persona que hizo ejercicio físico de forma regular, que siguió una dieta correcta y tiene un buen microbioma, no bebió ni fumó… Hay otro factor interesante, y es que se cree que la gente que ha vivido situaciones extremas y sobrevivido a ellas tiene una ventaja, como si la evolución la hubiera seleccionado, y ella, de pequeña, sobrevivió a un terremoto, a un gran incendio, a la hambruna de la Guerra Civil. Quizá hay una selección de sobrevivir con baja ingesta, tiene que ver lo que se llama la restricción calórica.

¿Su admirado Sherlock Holmes usaría hoy la IA?

Es un investigador que reconstruye una historia con pequeñas pistas. La usaría. Quizá sería menos romántico, pero sí más rápido.