Miku, goleador y guía espiritual del Dépor, vive un momento de esplendor en A Coruña y Riazor. Su voz es de las autorizadas en Abegondo.

No jugó por sanción en Zamora. ¿Cómo lo llevó? ¿Es de ponerse nervioso con esos desenlaces?

Estaba confiado en la profundidad de plantilla. Lo estaba viendo con mi esposa, cenando tranquilo y en el minuto 89 dices: “Ya está, 0-0 fuera, ante un rival que había cambiado mucho la cara desde la primera vuelta”. Me quedo con que el equipo, no solo en ese partido, sino en general, nunca deja de creer, siempre es ambicioso. No solo en el fútbol, sino en la vida, ser conformista y quedarte con lo que tienes te hace estancarte. En esa búsqueda de la perfección, que nunca se logra, está la clave para ganar partidos en el descuento.

Y es una roca mental. ¿Lo ve así?

Sí, en el aspecto mental hay dos variantes. Una es que el equipo está convencido y cree en lo que hace. Y, además, tenemos un grupo de jugadores que son talentosos, pero que no han vivido tantas experiencias futbolísticas y olvidan muy rápido. No se quedan pensando en lo que pasó ante el DUX o no les viene el fantasma a la cabeza de “ay, la otra vez...”, no. Van a sus cosas, sus estudios, aquel el tik tok (señala a Soriano, que está cerca en otra entrevista) y, al final, cuando toca jugar, siempre tienen la mente limpia. Es un partido nuevo para ellos y eso ayuda.

¿Se ve padre o guía del grupo?

Por edad y experiencia, Álex, Ian y yo hemos transitado más en el fútbol. Vivimos situaciones, positivas, negativas, muy malas, muy buenas. Todo eso buscas llevarlo al vestuario y en los momentos jodidos dar tranquilidad, aplomo, y en los positivos, celebrar, pero no dejar que se vengan arriba. Además de los técnicos, tenemos que hacer nuestra parte.

“Noel apretó las tuercas y está algo más maduro, pero aún es un chaval”

Hace poco colgó su instagram un vídeo con sus goles al Celta B. Ha pasado un año, un mundo, ¿no?

El fútbol es así, estados de ánimo. Fue duro, pero lo analizas y la cosa va rodando por buen camino. Así como estamos ahora, así como empezó a cambiar todo hace un año, es como querría haber estado desde el inicio. Cuando vienes al Dépor, el recuerdo de lo que ha hecho el club y los últimos años y lo que envuelve a la ciudad con su equipo, te hace pensar que va a ir como la seda y el año pasado no salió bien. Fue duro. Hay que aprender, siempre es bueno recordar el camino que nos ha traído hasta acá y demostrar que la vida cambia en un chispazo.

¿Ya se siente en paz?

Me preocupaba que la gente se llevase una idea mala de mí o equivocada de cómo soy como persona o jugador. Estoy superintegrado en la ciudad, mi familia también. Faltaba, a nivel futbolístico, no demostrar, pero sí sacar todo mi potencial. Y que se viera por qué había jugado en otras categorías, por qué había estado aquí y allá y que no me habían regalado todo por lo que había pasado, sino que me lo había ganado con trabajo y cualidades. Fue bastante duro. Ahora estoy contento porque estoy haciendo un buen año y ayudo a la causa. Cuando te sientes parte de algo de manera activa porque ayudas, es mucho mejor que estar por estar.

¿Ayuda que le cale la ciudad para rendir mejor?

Indudablemente. Lo he vivido todo. La gente tiene una idea equivocada de lo que es un deportista. Somos un ciudadano más y este es nuestro trabajo, pero tenemos la bendita suerte de hacer lo que nos gusta, estamos en forma, nos pagan más que a la media. A todo hay que sumar que la ciudad debe ofrecerte lo que tú y tu familia necesitáis. Los que tenemos hijos, bastantes (se ríe), tener todo solventado. Los jóvenes, sus facultades. Y tener vías de escape.

“Borja no es de gritar, dialoga, pero no se casa con nadie. Decide y exige”

¿Percibe que las tiene?

Juan Rodríguez, Lafita, Lopo, Arizmendi... Todos esos locos me hablaban espectacular de A Coruña y yo decía:“¿Pero cómo un malagueño me va a decir que es espectacular cuando en su ciudad hay playa y sol?”. Y Juan me decía: “Ya vas a ver, jugador”. Y ahora, cuando hablo con él, le digo: “Juan, te quedaste corto, me he comprado una casa en Oleiros y me voy a quedar a vivir aquí porque es diferente”. Al final, esas cosas hacen que uno se integre y que saque aún más rendimiento.

¿Le ayuda dar un paseo por A Coruña y sentir el acento venezolano?

Es cierto. Allá donde entro... El otro día fui a comprar sushi al lado de casa y estaba un venezolano que trabaja de delivery. Un muchacho humilde, nos hacemos una foto, hablamos de Venezuela. Y como él tantos y tantos que han salido. Pero así como nosotros abrimos las puertas de nuestro país en los 60 o 70, cuando teníamos una bonanza increíble y aquí las cosas no estaban bien y aceptamos a los gallegos, a los vascos, a los canarios, ahora toca hacer al revés y nos abren las puertas, no nos juzgan, nos aceptan, nos ayudan, saben que somos gente trabajadora, humilde. Demasiado alegres, a lo mejor (se ríe). Estamos muy felices.

Y al revés, ¿le quedó en el subconsciente convivir con tantos gallegos en su infancia para acabar aquí?

No lo sabes. A veces hablo con mi esposa y digo: “¿Cuántas veces fuimos a la Hermandad Gallega en Caracas a jugar partidos?”. Uno de mis mejores amigos Antonio Sánchez, que nació en mi año y jugamos al fútbol desde los tres o cuatro, era el único que desde los cinco decía que era del Dépor. Y lo mirábamos como un bicho raro. “¿Antonio, cómo puedes ser del Dépor?¨. Teníamos cinco o seis y todo lo que llegaba era Madrid, Barça, un poco el Valencia, ni el Atlético. Y Toñito era del Dépor a muerte y cuando fiché, se moría. Es de los más fieles y si logramos el objetivo este año, va a estar muy contento.

¿De verdad se ve quedándose a vivir aquí en A Coruña?

Compramos una casa. Estamos para entrar. Oleiros está al lado y nos gusta porque somos caribeños, de playa y en Madrid vivíamos, teníamos una casa, pero en Madrid no hay playa por ningún lado. Aquí salir a la calle y ver el mar nos da esa paz. A mis hijos les encanta el mar, hasta al perro. El clima es como es, pero hay playa y se come muy bien, hay buenos colegios para mis hijos y notamos que el gallego es educado, trabajador y hacemos balance y creemos que no es una ciudad tan grande como Madrid, pero que cubre nuestras necesidades. Consideramos que estar aquí un tiempo va a ser bueno para nosotros.

Entonces, renovar con el Dépor no será un problema, ¿no?

Tengo que centrarme en la del Cholo: divertirme, disfrutar con la exigencia del primer día, pero como si fuera el último. Ya Dios dispondrá, pero aquí estamos bien, la verdad. Todo es sentarnos, ver qué quieren, cómo estamos, qué hemos hecho. Hay que analizar cosas, pero predisposición, toda la del mundo.

¿Qué le transmite Borja?

Tiene las ideas claras , no es de la antigua usanza, de gritar, regañar. Todo con diálogo y mano izquierda, pero exigente. No se casa con nadie, toma decisiones respecto a lo que tiene en su mente. Prepara cada partido, sin abandonar su estilo, pero intentando hacerle daño al rival. Cuando empecé, era jugar así y así y seguir para adelante. Era siempre igual y si el otro equipo jugaba con cinco, con dos o con lo que fuese, daba igual. Y decías: “Vamos a perder, porque atacan con seis y somos cuatro atrás”.

¿Cómo ve a Noel?

Igual. Un poquito más maduro, pero sigue siendo un chaval. Si quiere salir (de fiesta o a dar una vuelta), puede salir, pero tiene que elegir cuándo. No se le puede cortar su juventud, no se le puede decir: “Juegas al fútbol y no sales con tus amigos”. No. Si ganamos, sal y diviértete. La selección es un paso bueno. Que fuese y que a la siguiente se quedase fuera le dio un mensaje de que no solo era llegar, de que había que mantenerse. Lo entendió, apretó las tuercas. Debe ir poco a poco.

¿Cómo llevó el aplazamiento?

Tenemos un camino trazado. Perdernos en discusiones va a ser desgastarnos y cuando dispongan, iremos. A ver cómo evoluciona. Me sorprende porque, como estaba todo el mundo vacunado, pensaba que no volvería a pasar. A veces tengo mis discusiones dialécticas con el doctor porque le digo: “Si vacunarse era la solución, ¿por qué estamos así?”. El virus va mutando, salen nuevas variantes, no vamos a salir de esto nunca. Es mi opinión personal.