JUAN CARLOS I EN GALICIA

Un discreto reencuentro del emérito con el ‘Bribón’ en Sanxenxo

El rey emérito patroneó durante casi dos horas la embarcación con la que tiene previsto competir este fin de semana en la ría de Pontevedra, en la Liga Española de 6 Metros

El rey emérito bromea con varias personas antes de salir a navegar en el ‘Bribón’. |   // RAFA VÁZQUEZ

El rey emérito bromea con varias personas antes de salir a navegar en el ‘Bribón’. | // RAFA VÁZQUEZ / Cristina Prieto

Cristina Prieto

En su segunda jornada en Sanxenxo, Juan Carlos de Borbón ya disfrutó de sus primeras horas a bordo del Bribón. El rey emérito salió a navegar por la ría de Pontevedra ayer al mediodía y patroneó la embarcación durante casi tres horas, una toma de contacto que le sirvió de entrenamiento para la Liga Española de 6 Metros que se celebra este fin de semana en el mismo entorno. Durante ese tiempo, el exmonarca tuvo ocasión de pasar por las costas de O Grove y Marín y también para tomar un tentempié antes de regresar a la casa de su íntimo amigo Pedro Campos, en Nanín, donde se está hospedando estos días.

La jornada empezó sobre las 11.20 horas, con la salida hacia el club náutico en un coche conducido por el propio Pedro Campos y que llegó a las instalaciones unos diez minutos después. Alrededor de una treintena de curiosos y sobre un centenar de periodistas lo esperaban en el espigón del puerto deportivo.

Sobre las 11.45 horas, y tras saludar a varias personas y a la tripulación, Juan Carlos I bajó con cierta dificultad unas empinadas escaleras hasta el pantalán perimetral en el que está atracado su barco, el Bribón. En todo momento necesitó, además del apoyo de su bastón, a varios acompañantes tanto para bajar la escalinata como para acceder al propio Bribón, donde se habilitó una plataforma portátil para facilitar su acceso.

Estaba previsto que antes de partir saludase en el mismo pantalán al alcalde de Sanxenxo, Telmo Martín, pero finalmente ese encuentro no se produjo, como tampoco se ha producido, de momento, su visita a las instalaciones del Club Náutico, como sí sucedió el año pasado en su anterior viaje a Sanxenxo.

Minutos antes de las 12.00, el rey emérito salió a navegar, acompañado desde la embarcación auxiliar, Náutica Cristina, por Pedro Campos. Cuando partía el barco, algún espontáneo se animó con vítores hacia el rey y España que secundaron tímidamente otras personas, obteniendo un saludo del exmonarca como respuesta.

Después de casi tres horas de navegación, a su regreso al puerto deportivo, poco antes de las 15.00 horas, mucha menos expectación que a su salida.

Las últimas millas de la travesía las hizo remolcado por la embarcación auxiliar, con la que llegó al pantalán perimetral donde el Bribón quedó atracado hasta, al menos, la mañana de este viernes, cuando está previsto que vuelva a realizar un entrenamiento similar.

Con la ayuda de dos asistentes, Juan Carlos salió del barco y subió las escaleras (esta vez menos empinadas gracias a que la marea subió el nivel del pantalán). Algunos de los lugareños presentes lo llamaron gritando “¡Majestad!” y ya en las proximidades del pantalán el emérito saludó con la mano, el mismo tímido gesto que tuvo antes de partir del puerto y en la víspera, a su llegada a casa de Pedro Campos.

A continuación, se dirigió junto a Campos al vehículo en el que habían llegado por la mañana. Ese corto trayecto fue suficiente para que una persona le acercase una pandereta y Juan Carlos la agitase en el aire.

Escoltado, el rey emérito dejó atrás el puerto. Finalizaba así su primera toma de contacto con el Bribón desde hace once meses y a bordo del cual tiene previsto competir este fin de semana en Sanxenxo.

Poca expectación

Algunos curiosos recibieron al emérito con aplausos a su llegada al puerto deportivo, alrededor del mediodía. Ante las preguntas de los numerosos periodistas apostados en el espigón, Juan Carlos I se limitó a responder saludando con la mano. A su regreso, después de una travesía de cerca de tres horas, hubo mucha menos expectación.

Desde que llegó a Galicia, aún no se ha detenido en el Club Náutico. A diferencia del año pasado, el rey emérito está llevando su visita dentro de la mayor discreción: el baño de masas que se dio el pasado mayo, con recepción, photocall y breves declaraciones ante los medios, así como su negativa a dar explicaciones por su comportamiento personal motivado por las irregularidades fiscales que cometió en los últimos años de su reinado, sentó mal en Zarzuela y en el seno del Gobierno, que le pedían una visita sin alardes.

A pesar de que la falta de información oficial está siendo la tónica dominante en la segunda visita del rey Juan Carlos a España desde que se exilió en Abu Dabi en agosto de 2020 por la controversia sobre su patrimonio en el extranjero, se está cumpliendo punto por punto la hoja de ruta prevista durante su estancia en Sanxenxo.

Después de aterrizar en Vigo el miércoles en torno a las 13.45 horas, el emérito se dirigió a la casa de su íntimo amigo Pedro Campos, sin hacer declaraciones y limitándose a saludar con la mano muy serio a las decenas de medios de comunicación que esperaban expectantes su regreso.

Allí le esperaba un reducido grupo de amigos con el que disfrutó de un almuerzo en el que el marisco de la ría tuvo un gran protagonismo y, a pesar de que se rumoreaba que podría visitar el Club Náutico, optó por no dejarse ver más en toda la jornada, intentando que la discreción marque en esta ocasión su visita después del baño de masas que se dio en su primer viaje a Sanxenxo en mayo de 2022.

Más expectación mediática que social

La llegada del rey emérito a Sanxenxo está dejando una imagen muy diferente a la del año pasado, en su primera visita a España desde su exilio en Abu Dabi. Si en 2022 eran un par de cientos las personas que se acercaron al Club Náutico para ver y mostrar su apoyo al monarca en su regreso a terreno patrio, esta vez fueron apenas una treintena las que se congregaron en el espigón del puerto deportivo. El perfil bajo que ha querido mantener Juan Carlos I en esta ocasión, unido a que este año su presencia ya no es tan novedosa, serían los factores determinantes para que casi pasase desapercibido en un Sanxenxo en el que la expectación mediática supera, y por mucho, a la social, y eso que también ha disminuido considerablemente. Mientras alrededor de un centenar de periodistas —especialmente de prensa rosa— se agolpaban para conseguir la mejor imagen del monarca volviendo a subirse al Bribón, los admiradores —poco más de una decena— dirigieron vítores al rey emérito y celebraron el saludo que este les ofreció como respuesta. Al seguimiento se fueron uniendo curiosos que se encontraron con la estampa mientras paseaban por la zona. En cuanto partió el Bribón, en el espigón solo permaneció la prensa. Durante las casi tres horas que estuvo en el mar, algunas personas que salían a pasear se sorprendían por el despliegue mediático, confirmando que en Sanxenxo la expectación ciudadana por el regreso del monarca es, de momento, mínima.

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