José María Rodríguez Olaizola | Jesuita y sociólogo, hoy y mañana en A Coruña

“La Iglesia hace autocrítica, pero de forma prudente y lenta, lo que a la larga es un valor”

“Creemos que los populistas y los extremistas son siempre los otros, pero yo creo que nos estamos volviendo todos un poco fanáticos. Lo primero es darse cuenta”

José María Rodríguez Olaizola, ayer en A Coruña.   | // ARCAY/ROLLER AGENCIA

José María Rodríguez Olaizola, ayer en A Coruña. | // ARCAY/ROLLER AGENCIA / marta otero mayán

Jesuita, sociólogo y teólogo, José María Rodríguez Olaizola es un rostro popular en las redes sociales, donde mantiene una gran comunidad online de fieles que siguen con interés sus reflexiones. Compagina su tarea

como escritor con su labor pastoral y otros proyectos dentro y fuera de Internet. Estos días se encuentra en la ciudad para impartir una serie de conferencias en el centro Fonseca, que arrancó ayer con La sociedad furiosa y hoy continúa con El evangelio domesticado. (20.15 horas)

Viene a hablar de “la sociedad furiosa”. ¿A qué atribuye esa furia?

Un día como hoy puede parecer que vengo a hablar de la actualidad inmediata, en la que estamos todos crispados, unos a favor y otros en contra de distintas cosas, pero todos enfadados. En realidad, esto es más amplio, y es que creo que en general estamos todos crispados. Voy a desarrollar algunas dinámicas en las que estamos metidos, queriendo o sin querer, que nos van encendiendo. Hasta el más tranquilo termina participando de una sociedad furiosa: del auge de los populismos, la cultura de la cancelación, la inmediatez de las redes sociales, la falta de profundidad, la incapacidad para procesar la disonancia, para dialogar desde la diferencia, del sectarismo. La gente se agrupa hoy en día por grupos de afines y es incapaz de dialogar con el otro grupo. Nos termina haciendo vivir enfadados.

Son cosas que adscribiríamos, a priori, al terreno político. ¿Cómo entroncan con la religión?

Se dan en el terreno político, pero también en la cultura, en la educación y en la Iglesia. Ahora mismo, en la Iglesia se ha estado discutiendo en torno al Sínodo, al Papa... son temas que generan los mismos odios y adhesiones inquebrantables. La gente está dividida. Ayer, el Papa hizo dimitir al obispo Strickland de Estados Unidos, e inmediatamente las redes se dividían entre los defensores a ultranza y los que decían que el Papa es el anticristo... pasa en todos los ámbitos de la sociedad, hasta con la Superliga de Florentino. No hay tema que no se convierta en motivo de bronca.

El pontificado de Francisco, precisamente por su voluntad de ensanchar la base de la Iglesia, ha sido muy cuestionado. ¿Se ha contagiado la religión de esa furia de la que habla?

Creo que hay mucha gente dentro de la Iglesia a la que le pasa eso, que es incapaz de aceptar la diferencia y los puntos de vista contrarios sin convertirlos en trinchera.

¿Tiene pautas para no dejarse arrastrar por este clima?

Más que pautas, porque yo tampoco tengo recetas, planteo algunos retos para tratar de plantar cara a esas dinámicas. El primero de todos es darnos cuenta de cómo estamos metidos en ello. Parece que populistas son los otros, y da igual en qué trinchera estés, los fascistas, los extremistas, los radicales son siempre los otros. Mi tesis es que nos estamos volviendo todos un poco populistas, un poco radicales, un poco fanáticos sin darnos cuenta. Lo primero es destaparlo y darse cuenta.

Ver la viga en el ojo propio.

Claro, es fácil decir que los demás no razonan. Hoy, viendo lo de la ley de la Amnistía, están los que dicen que los que la aceptan tienen abducido el cerebro y los que dicen que los que la niegan son incapaces de pensar más allá de la derrota. Mira, da un poco de crédito al que critica lo que tú defiendes, me da igual en qué campo, y trata de ver los argumentos. En todo esto que está pasando, habrá cosas que son defendibles y otras que no, digo yo.

Habla del papel de las redes sociales en todo esto. Un terreno en el que usted tiene una gran presencia, y en el que se siente cómodo comunicando sus tesis. Un arma de doble filo.

Sí. Yo creo que en las redes sociales hay que estar, yo estoy desde el principio, pero hay que aprender a estar. Las redes sociales exacerban, y como entres al trapo, o te vuelves tú una bestia, o te apisonan. Conozco casos de gente a quien las redes sociales han vencido, que les han machacado. Hay que aprender a estar de una manera lúcida, decir las cosas con una mezcla de humor y pensamiento abierto para que el otro lo complete. Tienes que saber jugar bien a evitar la literalidad. Toda mi reflexión sobre este tema ha empezado pensando en la Iglesia, de la que yo formo parte, y en que estas dinámicas de violencia e intolerancia, se dan en la iglesia, pero también en todos los ámbitos de la sociedad.

En sus charlas apela mucho a la “mirada aterrizada en la sociedad” que debe tener la Iglesia. ¿Hay una crisis de fe, o una crisis de transmisión de la fe?

Sí, yo creo que estamos en una crisis que tiene muchos motivos que a veces hay que afrontar por separado: por una parte, una sociedad muy secularizada, por otra; un efecto péndulo del poder y de la presencia que tuvo la Iglesia al configurar la sociedad que va al extremo opuesto, a que mucha gente ahora no quiera saber nada de la Iglesia. Hay una parte de prejuicio, gente que dice que la Iglesia dice cosas que no dice desde hace tiempo; y un discurso que se reproduce en algunos medios, series o producto culturales que es muy caricaturesco. No digo que no haya gente que defienda todavía esas cosas, pero en general creo que la propuesta puede ser mucho más aterrizada. Fundamentalmente, lo que tenemos es un problema de traducción, nos resulta difícil que la gente entienda que lo que proponemos tiene que ver con la vida, con dimensiones tan básicas como la felicidad, el amor, el sufrimiento, la justicia, la pertenencia... cosas que todo el mundo busca. Donde se consigue empezar a traducir y a hacer ver que por aquí van las cosas, la respuesta es buena.

Habla de los prejuicios o de las falsedades como uno de los principales escollos para transmitir esto. La mirada externa influye, pero, a nivel interno, ¿ha hecho la Iglesia autocrítica sobre lo que no funciona o lo que se hace mal?

Yo creo que lo está haciendo. Creo que todo el pontificado de Francisco va en esta línea. Los temas que ha ido planteando para los Sínodos, la familia, los jóvenes, la sinodalidad que está ahora en marcha, que es sobre el tema de la propia Iglesia, por ejemplo, el papel de la mujer o la toma de decisiones. Hay un punto de autocrítica, pero la Iglesia, a la hora de hacer autocrítica, es prudente y es lenta para los ritmos habituales, lo que creo que a la larga es un valor. Si estás cambiando al hilo de la actualidad, hay muchas cosas que son modas, que son tendencias que el tiempo demuestra que no son válidas.

Sabe guardar las esencias.

Sí, además la Iglesia una de las cosas que tiene es que es global: cambios que a lo mejor aquí se entienden, quizás en África o en Oriente en este momento no se puede ni plantear, y hay que hacer formulaciones que valgan para todo. Al margen, creo que autocrítica nos hace falta.