Natación artística

Cristina Arámbula: un oro mundial con raíces coruñesas

Campeona con el equipo español en Fukuoka, pasa todos los veranos en casa de sus abuelos en la ciudad

Su próximo objetivo: París 2024

Cristina Arámbula muestra su medalla de oro del Campeonato del Mundo de Fukuoka. |  // CARLOS PARDELLAS

Cristina Arámbula muestra su medalla de oro del Campeonato del Mundo de Fukuoka. | // CARLOS PARDELLAS / María Varela

Tiene raíces coruñesas. Nació y se crio en México. Siendo adolescente se mudó a Madrid. Y desde hace dos años entrena en Barcelona. Una mezcla de oro la de Cristina Arámbula Casares. Hace solo dos semanas que esta joven, que en dos días cumplirá 20 años, se proclamó campeona del mundo de natación artística en Fukuoka (Japón) con el equipo español de rutina técnica. Desde hace unos días pasea por A Coruña, como cada verano desde que era niña, para visitar la casa familiar de sus abuelos. “Ellos ya no viven aquí, viven en Madrid, pero nosotros seguimos viniendo igual todos los años porque nos encanta”, dice. Seguramente el próximo lo tendrá más complicado. O por lo menos le tocará esperar a volver de París, donde pretende competir en los Juegos Olímpicos. Uno de los sueños de su infancia.

“No puedo decir que desde el primer día que entrara en la piscina ya pensara en ser campeona del mundo o en ir a unos Juegos... pero sí que siempre fui muy competitiva y desde el principio me puse metas altas”, reconoce. Influyó su entorno familiar. Su padre competía en equitación. Su hermano mayor, en pentatlón moderno. Y ella empezó con la natación artística, entonces todavía denominada sincronizada, cuando tenía 6 años, aunque al principio lo compatibilizó con otras modalidades como la gimnasia y el tenis. Así estuvo hasta que cuando tenía 15 su familia se dividió en dos. Su padre se quedó al otro lado del charco y ella, su madre y sus hermanos se mudaron a España. “El hecho de que nosotros ya veníamos todos los veranos a A Coruña lo hizo más fácil porque no veníamos a un país totalmente desconocido”, recuerda. Se establecieron en Madrid donde lo más complicado fue el cambio académico, pero a nivel deportivo sabía que recalaba en una de las mecas de su modalidad.

“Tuve suerte porque al lado de casa teníamos el club Canoe que me acogió”, apunta. Empezó a competir y siendo júnior la llamaron para participar en las pruebas de selección para el equipo nacional de la categoría. Pasó varias cribas bajo la atenta mirada de Mayu Fujiki, la japonesa que dirige los pasos del resurgir de la natación artística en España. “Se fijaba en tus características, la técnica, si encajabas, en tu capacidad para aprenderte un ejercicio...”, comenta. Arámbula convenció a la entrenadora y estuvo dos años en el conjunto júnior. Y ya en 2021, justo después de los Juegos de Tokio, dio el gran salto al equipo absoluto, para lo que se tuvo que trasladar a Barcelona. “Me dieron la beca. Y allí ya sí que era todo muy diferente. La forma de trabajar cambia mucho. Me metí en un grupo que ya estaba hecho y tenía que ponerme al día”, reconoce. La natación artística ya es un deporte de por sí muy sacrificado. En alta competición, esa exigencia se triplica. Arámbula explica que aprender la coreografía de un ejercicio es fácil, en un día se hace, pero llegar a dominarla les puede llevar seis meses. Y a ella le tocó ejercicio extra para alcanzar el nivel del resto. Un trabajo que no bajó de las nueve o diez horas diarias.

Tras unos años en los que resultados no brillaron, la natación artística española se volvió a lucir en Fukuoka con siete medallas. “Hemos demostrado que seguimos ahí y ahora con el nuevo reglamento es todo mucho más interesante porque puede ganar cualquiera”, explica. El espectador también gana, acostumbrado a saberse de memoria el orden del podio (Rusia, Ucrania y el tercero de turno) antes incluso de que las nadadoras se tiraran al agua. “Antes era algo más subjetivo de los jueces. Ahora cada ejercicio parte de una nota de dificultad y hay cuatro jueces que están vigilando si se cumplen o no esos elementos y si no, te llevas un cero. Fue lo que nos pasó en el ejercicio libre. Recibimos tres y al final nos quedamos a las puertas del podio siendo cuartas”, añade.

Habían ganado el oro tanto en el equipo técnico como en el libre en los Juegos Europeos y el oro en el técnico en el Mundial. “Nos pusimos primeras y faltaban dos equipos por salir. Ya teníamos medalla. Pero queríamos el oro. Esperamos las notas con muchísima tensión y cuando vimos la última y supimos que éramos oro... nunca habíamos saltado tanto”, relata. Pero no hay tiempo a la relajación. Estos días en la ciudad va a correr por el paseo marítimo o nada en la playa. Porque a la vuelta toca ponerse a preparar los Juegos. “Nos jugamos la clasificación en febrero en el Mundial. Se hace una combinada de los ejercicios técnico, libre y acrobático. Y los diez mejores pasan. Nosotras aún no tenemos acrobático así que tenemos que hacerlo desde cero y seguir mejorando los otros dos”, comenta. Pero todo esfuerzo tiene su recompensa. Y si se olvida, tiene la medalla de oro del mundial para recordárselo día a día.

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