El cáliz más amargo del padre Rosendo

El hasta ahora párroco de la Divina Pastora ofició este domingo su última misa en la ciudad al tener que abandonarla por ser el último miembro de la orden de los Capuchinos en ella

El padre Rosendo Pérez, ante la imagen de la Borriquilla, cuya procesión recuperó.   | // VÍCTOR ECHAVE

El padre Rosendo Pérez, ante la imagen de la Borriquilla, cuya procesión recuperó. | // VÍCTOR ECHAVE / José Manuel Gutiérrez

“Vamos quedando menos frailes y nos estamos reuniendo en menos casas. Se nos dice que como mínimo, tiene que haber cuatro religiosos en cada casa y aquí estaba yo solo desde hace dos años”, explica el padre Rosendo Pérez sobre la razón de su marcha de la parroquia de la Divina Pastora, conocida popularmente como la iglesia de los Capuchinos por haber estado al cargo de esta orden desde hace 105 años.

La misa que ofició este domingo fue la de su despedida, por lo que a su conclusión se celebró un brindis en los salones parroquiales. Los feligreses han organizado además una comida para el próximo viernes en el Palacio de la Ópera en la que la asistencia está abierta a todos los interesados.

El padre Rosendo deberá trasladarse a Madrid para convivir con otros capuchinos después de una estancia de 25 años en A Coruña, por lo que confiesa que le resulta “muy doloroso, beber este cáliz me resulta muy amargo”, aunque también señala: “Ya tengo asumido que tengo que ir y que lo tengo que hacer”.

La razón de la amargura que siente el padre Rosendo por su marcha se encuentra en las numerosas personas con las que ha trabado amistad tanto en la parroquia como en toda la ciudad durante el último cuarto de siglo a causa de su intensa actividad pastoral. Una de las iniciativas que más popular le han hecho son los viajes que organiza a Tierra Santa, que le han hecho ser conocido por “muchísima gente”, lo que la hace difícil “romper el cordón umbilical” que supondrá su salida de la parroquia.

“Algunos no paran de llorar, yo les digo: oye, volveré por aquí a veros”, ya que piensa mantener los viajes a Tierra Santa y regresar para participar en diferentes iniciativas. Aunque nació en El Bierzo, asegura sentirse “muy gallego”, ya que antes de residir en A Coruña lo hizo tres años en Vigo, de donde dice que también le costó marcharse para dirigir el seminario de los Capuchinos en Madrid, ahora ya cerrado y transformado en santuario.

Cuando en aquella ocasión debió dejar Vigo, sus feligreses se manifestaron en contra de aquella decisión, lo que también sucedió en A Coruña hace dos años, momento en que la orden decidió cerrar el convento de la calle Federico Tapia porque solo quedaban dos frailes. “Ahora ya no es posible quedarme, tengo el destino de El Pardo y no puedo estar solo aquí, la casa está cerrada”, señala sobre la situación actual.

La parroquia de la Divina Pastora continuará sin embargo su actividad, pero ya no habrá un capuchino al frente, sino el sacerdote que designe el Arzobispado de Santiago. A pesar que ya no habrá miembros de la orden, para los coruñeses esa iglesia seguirá siendo la de los capuchinos, aspecto sobre el que el padre Rosendo comenta: “Ojalá sea así”.

Y advierte que la parroquia “funciona perfectamente” con los catequistas y los grupos de Cáritas, Liturgia y Oración, así como dos coros y la Cofradía de la Borriquilla. “Funcionan muy bien, autónomamente. Sin el cura igual podemos pasar, pero sin los grupos no”, afirma.

“Estoy orgulloso de todo lo que se ha hecho en la parroquia, pero de la procesión de la Borriquilla muy especialmente”, indica sobre una iniciativa que puso en marcha en 2003 ante la inexistencia en la Semana Santa coruñesa del desfile de este paso. “Todos los años íbamos a bendecir los ramos a la plaza de Vigo y me parecía una cosa pobre. Entonces les dije a los niños que tendríamos la Borriquilla, pero no lo creía nadie. Pero hubo tantos gastos que no pudimos comprarla. El siguiente año volví a decir lo mismo y al final una familia se me acercó y me dijo: ‘no se preocupe, el próximo año tendrá la Borriquilla porque nosotros la pagaremos’. Así que le estamos eternamente agradecidos”.

Los grupos para realizar visitas a Tierra Santa es otro de los logros de la parroquia que el padre Rosendo destaca de su etapa, ya que considera que tienen “mucho éxito porque tal vez sea la mejor forma de evangelizar, y la gente que va así lo dice, así lo entiende”, hasta el punto de que muchas de las personas que participan en esta actividad ni siquiera son miembros de la parroquia.

Pero no todos los proyectos han llegado a buen puerto en estos veinticinco años, confiesa el hasta ahora párroco. “Me hubiera gustado que la comunidad parroquial la llevaran directamente los feligreses, aunque el sacerdote la coordine. Sé que lo están haciendo muy bien, me gustaría que aún pudiéramos avanzar mucho más en eso y estoy seguro que se avanzará”. Recuerda sobre esta cuestión que cuando hace cinco años se celebró el centenario de la presencia de los Capuchinos en la ciudad fueron los feligreses quienes lo organizaron.

La orden posee en la actualidad tres viviendas en el edificio anexo al templo que tras la marcha del padre Rosendo quedarán vacías. Desconoce cuál será su futuro, pero aclara que los salones parroquiales y el resto de instalaciones seguirán abiertas para el funcionamiento de la iglesia.

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