“Monte Alto ha cambiado, pero mantiene su carácter duro”

Fernando Agrasar y Carmela Galego reconstruyen la evolución urbanística y el pasado histórico del barrio a través de patrimonio perdido y proyectos pendientes

Monte Alto, a priori, es un barrio que sugiere muchas cosas; de su compromiso carnavalero a su idioma propio, pero, por encima de todo, a nadie es ajeno su carácter central en la construcción de la identidad de A Coruña. Pero Monte Alto, donde nace la ciudad, tiene todavía mucho que contar de si mismo. Al contrario que ahora, erigido por aclamación como uno de los grandes epicentros de la vida en la ciudad, el barrio, en origen, fue un no-lugar.

“Los planos anteriores a 1930 muestran la península completamente vacía, a excepción de la Torre, la cárcel y el cementerio de San Amaro. Se llevaba para la zona elementos que no querían en otros sitios: el matadero, la cárcel o el dispensario antituberculosos”, cuenta el arquitecto Fernando Agrasar. Junto a la historiadora del Arte Carmela Galego impartieron esta semana una conferencia en el local vecinal de Monte Alto, en la que desgranaron la evolución urbanística e histórica del barrio, sus ecos en el presente y algunos de esos secretos que aun le quedan por contar.

A estos usos que se quisieron apartar de la vista, detalla el arquitecto, se le unió posteriormente aquel que daría sentido y contenido a la identidad del barrio, raíces sobre las que todavía hoy crece su idiosincrasia: las viviendas obreras, muchas desaparecidas hoy, pero que marcaron la personalidad del distrito.

“Hoy sigue teniendo un carácter duro, antiburgués. No me parece una casualidad que el Carnaval choqueiro se desarrolle en la calle de la Torre y no en los Cantones, por ejemplo”, ilustra Agrasar. En su ponencia, precedida de una investigación, profundiza en un proyecto que llegó a perfilarse como una alternativa urbanística madura, la Ciudad Satélite Concepción Arenal, con vocación de ocupar toda la península que circunda la Torre y brindar hogar a cinco mil vecinos en régimen de cooperativa y con todos los equipamientos. Desafortunadamente, no llegó a concretarse. “La situación política era muy inestable. La Guerra Civil acabó con todo, el principal impulsor de la junta de cooperativistas fue fusilado”, explica Agrasar, que considera que “Monte Alto no ha tenido mucha suerte con su urbanismo”. Cita como ejemplo el asilo de Adelaida Muro, un edificio singular que fue derribado para dar paso a pisos de lujo producto de la especulación inmobiliaria. “Allí sigue viviendo gente obrera, un poco de espaldas a esa ciudad más burguesa y refinada que intenta verse en el espejo de las metrópolis”, juzga Agrasar.

También Carmela Galego mete de lleno los pies en las raíces del barrio a través de las múltiples capas que cuentan su historia. La primera de ellas, la planimetría. “Propongo un paseo a través de los planos históricos, desde el siglo XVII hasta el XIX, con piezas, por ejemplo, de Barón y Yáñez, y de las fotografías. En la más antigua del barrio, de Avrillón, todavía se ven perfectamente los antiguos molinos”, cuenta Galego. La historiadora rescata otras piezas patrimoniales perdidas pero que un día fueron esenciales en la vida de Monte Alto, como el Hospital de la Caridad, la Capilla de San Amaro, o la Capela das Merendiñas. “Una cosa que nos gustaba mucho es como muchos aspectos permanecen en el terreno. Esta parte de la ciudad se va a ver vacía en las planimetrías hasta que se urbaniza con vivienda obrera. Existe la idea de que como es un barrio obrero, tiene menos calidad, y es todo lo contrario”, desmiente la historiadora, que encontró, en su investigación, la huella de algunos de los grandes nombres de la arquitectura coruñesa en la construcción de Monte Alto. “En Caridad Pita encuentras nombres como Estellés o González Villar, que desaparecieron con la burbuja inmobiliaria, aunque mucha arquitectura de esos años sigue en pie”, cuenta.