Hockey sobre patines

Una familia entre el balón y el ‘stick’

Pablo Cancela es nieto de Dagoberto Moll, mito del Deportivo: “Es el mejor ejemplo de la constancia porque con 96 años sigue haciendo ejercicio todos los días”

Dagoberto Moll y Pablo Cancela juegan con un balón de fútbol y un ‘stick’ de hockey sobre patines. |  // VÍCTOR ECHAVE

Dagoberto Moll y Pablo Cancela juegan con un balón de fútbol y un ‘stick’ de hockey sobre patines. | // VÍCTOR ECHAVE / María Varela

Dagoberto Moll sale de las instalaciones de La Solana, adonde recién cumplidos los 96 años sigue acudiendo todos los días para realizar una intensa de rutina de ejercicios que incluye incluso el levantamiento de pesas, y se encuentra con su nieto, Pablo Cancela, nuevo jugador del Liceo. “¿Cómo estás?”, se interesa este por su abuelo, porque hace unos días que se cayó y andaba algo fastidiado. Pero se necesita mucho más que eso para tumbar al legendario delantero de la Orquesta Canaro del Deportivo de los años 50. “Tengo un hermano en Uruguay que me ha dicho que tuvimos un abuelo que llegó hasta los 120”, avisa de la cuerda que todavía le queda por delante y el jugador de hockey se une a esta longevidad porque, ya con 35, no ve ni de lejos el posible día en que tenga que colgar los patines. “Yo físicamente me siento como si tuviera 20”, dice, “me quedan buenos años de hockey y de momento voy a seguir jugando, hasta que no me echen, yo no me voy”.

Las ganas del nuevo proyecto verdiblanco —lleva semanas entrenándose por su cuenta en el Palacio de los Deportes de Riazor— ponen el resto. Y volver —como el título del tango que Moll cantó junto a Nano MZ para promocionar las nuevas camisetas del Deportivo— a casa después de doce años jugando en el extranjero, 16 después de vestir la camiseta del Liceo por última vez, añaden la motivación. Para él y para toda la familia. “Todos estamos contentos de que haya vuelto y que ya esté aquí. Es muy bienvenido”, confirma el famoso abuelo. “Yo estoy contento por volver, pero sobre todo por ellos”, continúa el nieto, “llevaba muchos años jugando fuera y me apetece mucho jugar delante de ellos, sobre todo de mis abuelos, que vengan al Palacio a verme y a divertirnos”.

El deporte es un nexo de unión entre ellos, aunque Pablo finalmente no se decantase por el fútbol. “A mí me hubiese gustado, claro, pero es que estaba todo el día con eso en la mano”, dice señalando el stick, “y si hubiera jugado al fútbol hubiese llegado también alto porque tenía condiciones... pero tiró para el hockey”. Lo cierto es que el coruñés tenía varios ejemplos en casa. Con su abuelo como exjugador y exentrenador de fútbol. Y con su padre Antonio como exportero de hockey. “En el fondo... es lo que yo quería ser, portero de hockey”, confiesa Cancela. “Seguro que si me hubiese decidido por el fútbol mi abuelo me hubiese dado muy buenos consejos, pero él siempre me venía a ver jugar cuando estaba en el Liceo y ahora estoy muy contento de que pueda volver”, añade.

Pero aunque no comparten deporte, sí tienen muchos puntos en común. Como haberse tenido que ir de casa para triunfar. Moll, nacido en Uruguay en 1927, desembarcó en A Coruña en 1949. Tenía entonces 22 años. Prácticamente los mismos que Cancela cuando decidió apostar por ser jugador de hockey profesional y marcharse a Italia. “Yo me alegré porque él necesitaba salir un poco de aquí. Allí tuvo mucho éxito y ahora vuelve a recuperar lo que no jugó aquí”, comenta y recuerda lo duro que es estar lejos de casa: “Yo estuve cinco años en México, entrenando allí. Y se acuerda uno de la familia, porque ni mi mujer ni los niños podían estar allí. Venía de vez en cuando... pero no era lo mismo. Era un país muy hermoso, pero todas las mañanas cuando me levantaba pensaba que quería volver para aquí. Pero a veces no se puede hacer lo que quiere uno, sino lo que te dicta la vida”.

También jugó en Barcelona, Espanyol, Celta, Elche y Albacete. Y entrenó a doce equipos entre España y México. Su experiencia le sirve para dar consejos ahora a su nieto para afrontar su carrera. Aunque el mejor es su propio ejemplo. “Nos lo da cada día viniendo a hacer ejercicio. Que no va al gimnasio de paseo. Hay una máquina de glúteo que... ¡le da duro! Eso es constancia. Y para mí es lo más importante en el deporte, la constancia y el trabajar día a día”, asegura el nuevo jugador del Liceo, que también pasó por el Oliveirense portugués y por el Forte dei Marmi, el Bassano y el Follonica italianos. Y Pablo heredó de su abuelo, según Dagoberto, no la altura, como bromea, sino el hecho de que antes de buen deportista hay que ser “una gran persona”. “Todo el mundo le quiere”, indica.

Cancela todavía puede añadir un familiar a la lista de compartir pasión por el deporte. Porque es el padrino de Jacobo Copa, el hijo del entrenador del Liceo, Juan Copa, que ya es bicampeón de Europa con la selección española sub 17 y una de las perlas de su generación. Intenta esquivar la pregunta sobre si llegarán a jugar juntos. “Con él o contra él jugaré... porque es evidente que tiene un gran futuro”, vaticina. Sobre su compadre, reconoce que está deseando ponerse a sus órdenes. “Juan me entrenó mucho cuando yo era pequeño —coincidieron en el Cerceda en la OK Liga— y después de tantos años me apetece mucho ponerme en sus manos porque sé que me puede explotar y sacar mi máximo rendimiento”, dice. Era el momento para volver. Ahora o nunca. “Bueno, yo siempre digo que nunca se sabe... y además me quedan aún unos años buenos de hockey”, apunta. Lo que sí que sabe son las ganas de que la pretemporada eche a rodar: “¡Que empiece ya!”.

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