Crónicas galantes

Froilán y el cambio climático

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Informa la prensa del corazón que Froilán, nieto del rey honorífico Juan Carlos, colaborará en los trabajos de preparación de la Cumbre que va a reunir a miles de expertos sobre el cambio climático en Dubai. Habrá quien reciba la noticia con aprensión, pero en realidad no hay peligro alguno, salvo el de la Cumbre en sí misma.

Choca un tanto que tal simposio, auspiciado por Naciones Unidas, lo presida el sultán Ahmed Al Jaber, ministro de Industria del mentado emirato y presidente de la compañía petrolera que da empleo a Froilán. Petróleo y medio ambiente casan mal, pero no parece que eso haya disuadido a la ONU de reunir a sus especialistas allá por los desiertos.

Seguramente no hará falta recordar que la combustión del petróleo y del gas natural —fósiles en los que tanto abundan los Emiratos Árabes— libera a la atmósfera dióxido de carbono, metano y otros gases de mucha contribución al efecto invernadero.

Los ecologistas, que siempre están dando la brasa, han hecho notar que una cumbre contra el calentamiento global organizada por el presidente de una petrolera es algo así como poner a un zorro al cuidado de las gallinas.

Razón no les falta a las 450 organizaciones medioambientales que han protestado por el nombramiento de Al Jaber y la creciente influencia de los lobbies petroleros en las cumbres del clima. Parece más bien improbable que los acuerdos a tomar en Dubai incluyan reducciones en la producción de petróleo o gas y, menos aún, que impulsen la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables.

El mismísimo secretario general de la ONU, António Guterres, ha acusado a las petroleras de “mentir” sobre los graves efectos de su negocio sobre el calentamiento global de la atmósfera. Guterres fue aún más lejos al sugerir que la industria de los hidrocarburos deberá rendir cuentas por lo que hace, al igual que las tabacaleras.

Aun así, la 28ª Cumbre del Clima de Naciones Unidas va a reunirse en un PetroEstado y bajo la presidencia del responsable de una de las grandes petroleras del mundo. Se conoce que la ONU no manda gran cosa, a diferencia de los Estados Unidos, que ya han dado su pláceme a la presidencia del sultán.

La explicación a este aparente contradiós hay que buscarla como casi siempre en el dinero, que se hizo redondo para que el mundo gire.

Los países sobrados de efectivo, aunque quizá no tanto de escrúpulos, tienden a gastarse la pasta en mejorar su imagen. De ahí que inviertan parte de las ganancias del petróleo en comprar campeonatos mundiales de fútbol, balonmano, gimnasia, atletismo, levantamiento de pesos y lo que sea menester. Pocas federaciones —si alguna— se resisten al poderoso influjo de Don Dinero.

Solo era cuestión de tiempo que algún día organizasen un simposio de la ONU para paliar los efectos del cambio climático; y ese día ya ha llegado. La noticia hubiera pasado inadvertida para el gran público en España, de no ser porque el nieto de Juan Carlos I participará como empleado de la empresa del sultán en los preparativos de la cumbre de Dubai. Para una vez que el chaval no se mete en líos y trabaja en una causa noble, la prensa rosa insiste en contarnos su vida. Ni que le tuvieran manía.

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