Bronca y rabia a lomos del calor

Carol Álvarez

Carol Álvarez

Salieron las nominaciones de los premios Emmy, esos que reconocen la televisión que tanto está moldeando nuestra forma de divertirnos y de relacionarnos con lo que nos pasa y cómo nos sentimos. Todo premio es un poner el dedo sobre algo para que le prestes más atención, y tiene un mensaje más allá de “ser lo mejor”, ¿lo mejor para qué?, ¿por qué? Succession y las complejas relaciones de una familia ambiciosa nos han dado mucho que pensar, y ahí está en el podio de los Emmy en la antesala de los premios finales. Pero más significativas me parecen las 13 nominaciones de la serie de Netflix Bronca, en el original Beef. Han pasado de puntillas, como también lo hace esta comedia negrísima en el monumental catálogo de la plataforma pese a su gran protagonista, Amy, un ama de casa y empresaria que tras una discusión de tráfico se ve envuelta en una escalada de tensión con el otro protagonista. Amy tiene una carga mental encima que no se acaba, y emula la que pesa sobre los hombros de millones de mujeres: la gestión de hijos y padres mayores, el desarrollo de una vida personal satisfactoria y el equilibrio con las necesidades del trabajo convierten el día en un número de malabarismo infinito. En vacaciones la cosa no mejora, porque organizar el tiempo libre y no solo disfrutarlo vuelve generalmente a recaer sobre las mujeres.

La protagonista de Bronca es una mujer alterada, y gracias a las nominaciones tendrá una plataforma para gritar más, que no es un alivio tampoco porque se enciende en una mecha sin fin. La ira desatada poco sirve para arreglar cosas o construir pero de vez en cuando es catártica, también es creativa, si no se va de las manos o perjudica a los demás.

Uno de los libros de literatura juvenil que más ha triunfado en Estados Unidos y también ha ido de boca en boca entre los lectores españoles es una historia fantástica sobre una generación de mujeres que en un momento de su vida, hartas de la vida casera que las asfixia, se transforman literalmente en dragonas. La metáfora es completa: arden y provocan incendios de los que salen volando ya convertidas en seres alados para no volver. Cuando ellas fueron dragones, la novela de la superventas Kelly Barnhill, dibuja la censura conservadora, la resignación, los debates morales sobre el papel de la mujer en la unidad familiar, el trauma, incluso la orientación sexual o la infancia trans con una capa fantástica que le da ese tono desenfadado y de lectura fresca de verano, un divertimento. ¿Una historia de mujeres que escupen fuego? Más inquietante es descubrir en los agradecimientos finales del libro que la historia de estas dragonas se alimentó de la rabia que le despertó el caso de Christine Blasey, la profesora de la Universidad de Stanford que en 2018 salió del anonimato para dar testimonio ante el Senado de que el candidato que había sido elegido para formar parte del Tribunal Supremo, Brett Kavanaugh, la había agredido sexualmente cuando eran adolescentes, allá por 1982. Christine Blasey no pudo dejar que alguien con ese historial oculto pudiera alcanzar una cota de poder legal e hizo pública su denuncia, que llegó a hacer tambalear el nombramiento y fue uno de los acicates para el movimiento MeToo que luego prendería en Hollywood.

La rabia como energía liberada para romper líneas rojas injustas, o para protegerlas, surge en momentos límite como los que vivimos. Puede ser la política, la que encienda la indignación, cuando algunas propuestas amenazan derechos adquiridos con mucho esfuerzo. Puede ser el calor extremo de estos días que acaba con los mantras que nos repetimos para mantener la calma y seguir por nuestro carril a diario. La curva más difícil para las mujeres está a punto de llegar.

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