Un ‘gen Z’ en el consistorio de A Coruña

De familia ligada a Urbano Lugrís y al comercio el Indio de la Marina, Carlos San Claudio se convertirá, a los 24 años, en el concejal más joven en María Pita de la democracia

Carlos San Claudio, en María Pita.   | // CARLOS PARDELLAS

Carlos San Claudio, en María Pita. | // CARLOS PARDELLAS / Marta Otero Mayán

Lleva 15 días infatigable acompañando a Miguel Lorenzo, su mentor político, en la carrera a María Pita. Será por su juventud o por sus ganas, pero Carlos San Claudio (A Coruña, 1999) no muestra signos de cansancio. “Habría estado 30 días en campaña”, asegura. El próximo día 17 recogerá el acta como el concejal más joven de la etapa democrática en María Pita, con tan solo 24 años. El dato, para él, no debería ser noticia. “¿Debería o no ser noticia que un joven de 24 forme parte de la corporación? Con 18 puedo votar, y tengo derecho al sufragio pasivo y activo. La juventud tenemos mucho que decir, lo que pase en los próximos 50 años lo vamos a vivir de forma activa”, reflexiona.

Él siempre tuvo claro que su camino discurriría por los derroteros de la representación, si bien esta inclinación se fue perfilando a lo largo de su vida. “Es raro que el delegado de la clase en Primaria no acabe desarrollando vocación política”, bromea... o quizá no. Ya como estudiante de Derecho, se involucró en movimientos de representación de estudiantes, formó parte del claustro y acabó siendo presidente del grupo alternativo de estudiantes de Derecho. “Se me contagió el tema cuando vi que la gente podría tener problemas, inquietudes, que a lo mejor la administración o el sistema universitario no puede responder. Intentas dar un paso más sin importar la ideología; han cerrado la reprografía y alguien tiene que reclamar al Decanato”, explica.

A los 18 ya tenía en la cartera el carné de afiliado a Nuevas Generaciones del Partido Popular, un partido al que tenía “clarísimo” querer pertenecer, sin sospechar quizás que su salto a la política institucional estaba solo a seis años de distancia, cuando, mientras hacía las prácticas del máster en el despacho de Miguel Lorenzo, este le invitó a ocupar ese hueco para los jóvenes que faltaba en la lista popular y en el propio Palacio de María Pita. Aunque la responsabilidad es grande, reconoce, la ilusión se le superpone. “Ser concejal es un honor, un orgullo y una responsabilidad. Es un trabajo de todos los días, pero por el que estoy muy ilusionado”, admite el joven.

San Claudio desbancará, así, el récord que ostentaba hasta ahora Ermitas Valencia, del BNG, que recogió su acta con 25 años cumplidos el 11 de abril, curiosamente, el mismo día que Carlos San Claudio. “¿En serio? Tengo que conocerla!”, replica el joven, al saber que comparten cumpleaños.

San Claudio es muchas cosas, a su corta edad, pero sobre todo tiene claro una: que es coruñés. Es el elemento que le lega a su familia, en la que, como él mismo admite, rompió el molde. “Todos ligados al arte y al mar... yo soy un observador. Ni arte ni mar, Derecho y Política”, señala.

San Claudio repasa con lucidez el recorrido de su estirpe. Habla con orgullo de su bisabuelo y de su abuelo, mecenas y amigos de Urbano Lugrís padre y de Urbano Lugrís hijo, cuyas obras, concebidas bajo el mecenazgo de los San Claudio, engrosan hoy los fondos de la colección pictórica de Afundación. El joven se reserva admiración para su tatarabuelo, natural de Cariño, que llegó a A Coruña en busca de oportunidades y acabó siendo uno de los primeros gallegos en pescar en Gran Sol con un barco de vapor.

Y si habla de su familia, no puede eludir un nombre, el del Indio de la Marina, comercio que su abuelo regentó durante años y una referencia ineludible para todo coruñés de cierta edad. De su tío arqueólogo subacuático, de su hermana, que sí se inclinó por las Bellas Artes, y de su padre, buceador. A él, por su parte, que se decantó por profesiones de secano, le tocará sumergirse en el océano de la política institucional, que hasta ahora, y antes de poner un pie en el salón de plenos, ya le ha brindado algunas sorpresas. “Durante la campaña, descubrí muchas cosas. Mi otro abuelo tenía un desguace en Monte Alto, se dedicaba al salvamento de barcos. Mucha gente me contó que hicieron una gran labor en la Guerra Civil y que mi familia les había ayudado mucho”, señala.

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