Así ha logrado Emalcsa que las fugas de agua en A Coruña sean un quinto de la media gallega

La empresa municipal coteja el caudal en diferentes puntos de la red para evitar pérdidas y calcula que pierde 600.000 metros cúbicos al año por fraude, de un total de 36,5 millones

Operarios de Emalcsa reparan una tubería estropeada. |   // ARCAY/ROLLER AGENCIA

Operarios de Emalcsa reparan una tubería estropeada. | // ARCAY/ROLLER AGENCIA / Enrique Carballo

De los 313 ayuntamientos gallegos, 184 no cumplen la obligación legal de auditar las fugas de agua en sus sistemas, y en los 129 que sí lo hacen, se pierde, de media, un 40% del agua, una cifra que la Xunta quiere reducir al 20%. La situación en A Coruña es sustancialmente mejor. El Concello tiene datos para la ciudad desde 1997, y nunca se llegó al 20% de pérdidas. En 2023, según explica el director de la Empresa Municipal de Aguas de A Coruña (Emalcsa), Jaime Castiñeira, se bajó al 7,5%, la cifra más reducida desde que hay datos y menos de un quinto de la media gallega. Para el directivo, hay dos “trucos”: la inversión para renovar las tuberías y el control de los caudales, en parte a través de un sistema informático, para detectar y reparar fugas.

Hace quince años Emalcsa realizó un inventario de la red de tuberías, para “clasificarla por antigüedad” , y un plan para “dotar a la compañía con dinero para irla renovando”. Desde entonces se ha renovado el 90% de los más de 550 kilómetros de tuberías con los que cuenta la ciudad, con una inversión media de 1,5 millones anuales. Además, hay un plan de inversiones para las tuberías principales de 50 millones, siempre según los datos de Castiñeira. Como parte de esta inversión, se “eliminó el fibrocemento de las tuberías antiguas”, pues este material contenía amianto, que es tóxico.

El 10% que queda por reemplazar, indica el directivo de Emalcsa, “suele estar en zonas a las que vamos por actuaciones de conveniencia” porque es especialmente difícil trabajar. Pone por ejemplo la Ciudad Vieja: tiene una mayor proporción de edificios antiguos o protegidos, y “no vamos a levantarla toda” para hacer una renovación integral. En estos casos, “aprovechamos obras, municipales o no, para renovar esas partes”.

Además, en Emalcsa “tenemos un sistema informático que controla todo”, desde los caudales de las tuberías principales a los de cada una de las viviendas, y permite compararlos entre sí. “Sabemos cuánto suministramos al barrio de Os Rosales”, explica Castiñeira, y si “sabemos que el sumatorio de los consumos de las viviendas es menor”, Emalcsa deduce que hay una fuga en alguna parte.

“Incluso si vemos que en una vivienda hay consumos desmesurados, y que se pueden deber a una fuga interna que no es atribuible a nosotros, avisamos al ciudadano”, explica el director general de Emalcsa, que añade que el objetivo de la compañía es “digitalizar toda la red y tenerla controlada”. Aunque, añade Castiñeira, “los mejores sensores” son los propios ciudadanos de A Coruña, ya que avisan inmediatamente a Emalcsa cuando hay roturas visibles.

Entre las pérdidas se incluye el fraude, esto es, los vecinos que se hacen con agua que no pagan manipulando la red o los contadores, pero este fenómeno, defiende Castiñeira, es “muy difícil que exista en ciudad, es más fácil en el campo”. Emalcsa calcula que pierden por este motivo unos 600.000 metros cúbicos de los 36,5 millones que suministran, esto es, el 1,6% del total.

Dificultad de rebajar más

Controlar la red, admite Castiñeira, es “más sencillo en la ciudad que en el rural”, y los municipios con más pérdidas (en algún caso llegan al 80%) son sobre todo pequeños. Aún así, defiende que A Coruña tiene buenos resultados incluso para ser una ciudad, y que en Galicia es “uno de los municipios, o el municipio, con un nivel más bajo” de pérdidas.

El director de Emalcsa ve “muy, muy, muy difícil” que se pueda descender de manera consistente de la cifra de pérdidas del 7,5% del año pasado, pues “siempre va a haber una obra que rompa una tubería, o un movimiento de tierras que la desplace, son factores prácticamente imposibles de manipular”.

De acuerdo con las cifras del Observatorio Urbano del Concello, en 1997 las pérdidas de agua eran del 17,1% del total, una cifra que fue descendiendo hasta el 9,9% en 2006. Después volvió a subir, y entre 2007 y 2014 se situó entre el 10,6% y el 14,1%. A partir de entonces, la mayor parte de los años ha estado algo por encima del 9%, aunque en 2022 se llegó a un pico del 11,8%, unos 4,2 millones de litros. El intervalo “admisible”, según el Concello, va del 8% al 15%.

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