Patinaje artístico

Una familia que va sobre ruedas

Rosa y Mónica García, hermanas y entrenadoras del Maxia, comparten pasión con sus hijos David y Unai, medallistas nacionales y convocados para el próximo Europeo

David Rama, Rosa García, Unai Cereijo y Mónica García, patinadores y entrenadoras del Maxia. |  // CARLOS PARDELLAS

David Rama, Rosa García, Unai Cereijo y Mónica García, patinadores y entrenadoras del Maxia. | // CARLOS PARDELLAS / María Varela

Rosa García tenía 18 años cuando fundó el Maxia y su hermana pequeña Mónica, de 10, se puso a sus órdenes como una de sus primeras pupilas. Décadas después, su amor por el patinaje artístico sigue intacto y ambas son los dos pilares del club, Rosa como responsable del grupo de elite y Mónica como entrenadora de la base. Pero además, ahora son sus hijos, David Rama y Unai Cereijo, los encargados de seguir sus pasos sobre los patines mientras ellas los supervisan. Los primos acaban de subirse al podio en el Campeonato de España disputado en Parets, bronce cadete y plata juvenil, y han sido convocados para el Campeonato de Europa que tendrá lugar en Ponte di Legno (Italia) —también Lucas Yáñez en sénior— en la primera semana de septiembre. Madres e hijos. Entrenadoras y alumnos. Combinación explosiva y ganadora. Pero a veces, un poco difícil. “Hay que saber diferenciar. En casa somos mamá y en la pista la entrenadora. Pero lo fundamental es separar y no llevarnos para fuera lo que pasa dentro”, indican.

Unai Cereijo y David Rama, con sus medallas en el Campeonato de España. |   // LA OPINIÓN

Unai Cereijo y David Rama, con sus medallas en el Campeonato de España. | // LA OPINIÓN / María Varela

Es lo que aprendió Rosa con la experiencia. “Cuando entrené a mi hermana yo misma era muy joven y no sabía nada. Si llego a saber lo que sé ahora...”, reconoce echando la vista atrás. “Le reñía mucho, pero después la seguía machacando en casa. Fui muy mala”, dice ante la propia Mónica. Así que aprendiendo de sus errores y como una de las mejores entrenadoras a nivel nacional de la actualidad —la cantera de campeones del Maxia es interminable— ya disponía de más recursos cuando le tocó dirigir a otro de los miembros de la familia: Unai, hijo de Mónica y no solo sobrino, sino también ahijado. “Con mi madrina me llevo muy bien, es muy buena entrenadora y consigue sacar lo mejor de nosotros”, comenta Unai, que se calzó los patines con dos años y medio y con 16 es uno de los mayores talentos de su generación. “Al Europeo voy con la intención de intentar ganar el oro, pero por lo menos de defender mi posición en el podio”, comenta. El año pasado fue segundo, la misma posición en la que acabó en el Campeonato de España juvenil.

“Unai es un ejemplo de trabajo y disciplina, tiene un conjunto de cualidades que lo hacen espectacular a la hora de trabajar”, le elogia Rosa. Mónica, su madre, agradece que entrene a las órdenes de su tía porque así se evita posibles roces. Y en casa ya se encarga ella de que el patinaje artístico no monopolice sus conversaciones. “La verdad es que intentamos hablar de cualquier otra cosa, lo de la pista queda en la pista y en casa yo soy mamá”, indica. Lo mejor es cambiar de chip en cuanto se sale por la puerta para conciliar ambas vidas, la deportiva y la familiar.

El que llegó más tarde al club fue David, porque fue el que más se resistió a seguir la tradición familiar. “Tenía un disgusto...”, reconoce Rosa. “Yo prefería el fútbol”, dice el pequeño, de 14 años, que había hecho patinaje durante un año antes de dejarlo para probar otros deportes. Pero todo cambió en la pandemia. Se volvió a poner los patines y en solo tres años ya se colgó la medalla de bronce en el Campeonato de España cadete y a estar convocado para su primer Europeo al que dice que va a “disfrutar, aprender y hacerlo lo mejor que pueda”. “Tiene buenísimas condiciones, un potencial impresionante, pero le cuesta más trabajar”, señala a su madre, a la que esta relación familiar y deportiva le cuesta un poco más. “Lo llevo un poco mal, es complicado separar y si no es por la ayuda de mi hermana, sería imposible”, señala. Cuando surgen conflictos, de hecho, interviene la tía Mónica. “Lo mando con ella. Y creo que cuando llegamos a ese punto es cuando él se da cuenta que no soy mamá, sino su entrenadora”, apunta. “Es difícil”, reconoce David, “pero no nos lo llevamos a casa, hablamos lo menos posible de patinaje”, añade.

Los cuatro son familia de sangre —habría que añadir a Esteban Rama, el marido de Rosa, que se encargaba de la preparación física de los deportistas—, pero en realidad el Maxia en sí es un club familiar en el que, ante la falta de ayudas, el apoyo entre sus miembros permite siempre salir adelante. “A Lucas Yáñez le tenemos ya casi adoptado”, bromean. “Nuestras vacaciones son las competiciones con todos ellos. Y lo prefiero. Ya tendré tiempo a irme a Benidorm a jugar a las cartas”, bromea Rosa.

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