Sobre ruedas

Sigue nadando, sigue nadando

María de Valdés, con su plata, en el colegio Liceo. |  // CASTELEIRO/ROLLER AG.

María de Valdés, con su plata, en el colegio Liceo. | // CASTELEIRO/ROLLER AG. / María Varela

Siempre me alegro cuando un deportista consigue sus metas pensando en todo lo que hay detrás de ellas (me emociono con los himnos en los Juegos Olímpicos). Pero hay algunos en especial a los que solo puedes desearles todo lo bueno. Y después está María de Valdés. Qué injusto ha sido el deporte, los sistemas de clasificación, incluso la vida con ella, que solo recibía un golpe tras otro, rota por dentro pero con una sonrisa en la cara mientras cogía fuerzas para la nueva batalla. Cualquiera se hubiera rendido solo con la mitad de lo que ha tenido que enfrentarse ella. No María. Se le han atribuido muchos adjetivos estos días. Resiliencia. Luchadora. Ave Fénix. Para mí es como un agujero negro que absorbe la negatividad para transformarla en energía. Una operación. Gasolina. Quedarse fuera de los Juegos Olímpicos de Tokio. Gasolina. Otra operación. Gasolina. La muerte de su padre. Una estrella. Un combustible y una guía en el camino que le han llevado, por fin, hasta los Juegos Olímpicos, ese gran objetivo que tanto se le había resistido antes, con el subcampeonato mundial de por medio. Y esto, solo, de momento.

La malagueña ha pasado por tantas que arrastra un bagaje que hace de ella una veterana de 25 años. Ya era una de las nadadoras con más potencial en España cuando se trasladó a A Coruña para apostar por sus sueños y confiarse a Jesús de la Fuente, allá por 2017, justo después de su primera operación de hombro y recién estrenada la mayoría de edad. Aquí se ha ido rodeando de un equipo profesional en el que confía al 100%. Y juntos han hecho una piña no siempre comprendida. Las ausencias del técnico del Liceo en las concentraciones y competiciones han sido otro de los lastres a lo largo de estos años. Diferencias entre staffs que la obligaron a nadar entre dos aguas, teniendo que acatar las directrices de la Federación Española (algunas tan incomprensibles como la pérdida desorbitada de peso). Lejos de los centros de alto rendimiento y con concentraciones esporádicas junto al grupo con el que Fred Vergnoux arropó a Mireia Belmonte para sus grandes éxitos, el nombre de María se confirmó como el de una candidata a todo tanto en piscina como en aguas abiertas. Sus opciones crecieron como la espuma. Y entonces llegó la pandemia. Y después, el fatídico 2021 con un complicado proceso de clasificación para Tokio que incomprensiblemente le dejó fuera de los Juegos.

Fuera de Tokio

En piscina, con mínima y siendo campeona de España de 1.500 metros, pero como tercera española tras la intocable Mireia Belmonte y su escudera Jimena Pérez, a la que había batido en todas las competiciones clasificatorias menos en la primera, a la que María llegó tras un proceso de COVID, sin estar en las mejores condiciones, y su rival hizo el tiempo que después le daría el billete a Japón porque ella no fue capaz de batirlo. Aún le quedaban las aguas abiertas, pero en otro galimatías de proceso selectivo, España se quedó con una sola plaza disponible para dos contendientes en un Preolímpico en que el que fue sexta. Sexta. Cualquier otro año, cualquier otro país, cualquier otro sistema, y estaría dentro (en este Mundial, por ejemplo, Ángela Martínez se clasificó para París siendo decimotercera y como segunda española). Pero Paula Ruiz, la otra española, fue segunda. María cumplía todos los requisitos. Pero se quedaba sin Juegos. Frustrante. Era algo que su cabeza había rumiado en los meses previos como el escenario más dantesco. Y ahí estaba. Como un mal sueño. Su peor pesadilla. Y siempre que se despertaba de ella tenía la misma incógnita: ¿Qué sería de ella, sería capaz de seguir?

Hace unos meses quedamos para hablar sobre la importancia de la salud mental en el deporte, en especial en la natación, que en los últimos tiempos ha dado mil y un ejemplos de estrellas de la piscina que dicen basta y que lo dejan todo no porque los músculos estén agotados, sino porque son sus cabezas las que, exhaustas, no pueden soportar más tiempo la exigencia, sacrificios y renuncias que suponen el más alto nivel, a veces con consecuencias nefastas, desde trastornos alimenticios hasta adicciones o intentos de suicidio. Un buen tema para una estudiante de Psicología y una futura psicóloga deportiva. No le faltarán experiencias personales a las que aferrarse al igual que ella se agarraba al bordillo, prácticamente como los niños que tienen miedo cuando están aprendiendo a nadar, en la época en la que la simple entrada en una piscina era un trauma.

Fue precisamente después de Tokio. No quería saber nada de la natación. Tuvo que ir poco a poco, con pasos de bebé. Primero, simplemente ir a la piscina. Entrar. Otro día, ponerse el bañador. Otro incluso meterse en el agua y ayudar con los más pequeños. Así hasta que echó a volar de nuevo. Sin presión. Sin fechas ni metas. Solo con el objetivo de volver a enamorarse de su deporte. Con la paciencia de su entrenador, el ánimo de su entorno y el resto de su equipo y el apoyo de su psicóloga Andrea Cerrejón. Sin darse cuenta, se vio de nuevo en su primera concentración. Volviéndose a sentir nadadora. Fue al Mundial y quedó quinta en 5 kilómetros y décima en 10. Sus mejores resultados. Culminó 2022 con la plata europea. Sin embargo, el brillo no ocultaba que algo no iba bien con su hombro. Había que tomar una decisión. Y apostó por operarse.

Era como volver a poner la cuenta a cero justo cuando mejor le iba. Empezó tarde la temporada de 2023. No se clasificó para el Mundial en piscina porque los resultados no llegaron a tiempo, llevaba pocos meses de entrenamiento encima. Y de nuevo incomprensiblemente también se quedó fuera del Mundial de aguas abiertas (que daba plazas olímpicas a las tres primeras). Fue segunda en el Nacional mano a mano con Ángela Martínez, que solo le batió en la llegada. Insuficiente porque en una competición selectiva previa había sido la tercera española por detrás de la propia Martínez y de una joven Candela Sánchez. Sin comprensión por parte de la Federación de su situación especial y sin que pesasen los galones por sus resultados del año anterior. ¿Se pueden acumular más injusticias?

Así que de nuevo le quedó aferrarse a una única bala, que era el Preolímpico de este 2024. Y en el proceso de preparación, falleció su padre. Solo tres días después, hizo de tripas corazón y se marchó a una concentración a Italia. Sin Jesús, pero nunca sola, bien arropada. Sigue nadando. Sigue nadando. Dory convertida en mantra. Una frase en carne y hueso. Enhorabuena. Sigue nadando María. París te espera.

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