4-4 | Éxtasis final de Álex Rodríguez

El Liceo salvó un punto in extremis que le permite seguir con opciones de clasificación para la final a ocho de la Liga Europea. Los verdiblancos dominaron todo el partido a un Calafell que supo jugar sus cartas. Todas al final. Dos goles seguidos para primero empatar a dos. Y después otros dos consecutivos para ponerse con 3-4. Pero el ADN del Liceo no permite rendirse. La derrota le dejaba prácticamente fuera. Así que en los tres minutos que quedaban había que jugárselo con todo. Incluso sin portero. Y tuvo premio con un disparo de Álex Rodríguez a falta de 12 segundos cuando todo el equipo contrario estaba metido en su área. Un punto. Vaso medio lleno si se tiene en cuenta que podía haber sido cero. Medio vacío si se piensa en el dominio y multitud de ocasiones falladas. Pero un empate que hizo bueno la victoria posterior del Benfica (4-2). El Liceo ya es segundo de su grupo y depende de sí mismo en los dos partidos que le quedan. Uno en Lisboa. Y el último en casa frente al Oliveirense en el que seguramente será un todo o nada.

Los coruñeses entraron más enchufados. Y eso que estaban menos frescos, con dos partidos más en las piernas que su rival la semana pasada —el Calafell cayó en cuartos de la Copa y el Liceo llegó a la final—. En el primer minuto, un chut de Pol Manrubia fue empujado en el segundo palo por David Torres. El capitán le dio con el patín, pero los árbitros consideraron que entró directo el disparo del siete y el tanto subió al marcador. Una azul a Joan Escala pudo aumentar la tranquilidad. Álex Rodríguez lanzó la directa y su tiro se estrelló contra el palo. Los verdiblancos tampoco aprovecharon los dos minutos en la superioridad numérica, pero siguieron llevando la batuta, también cuando empezaron las rotaciones, que no hicieron bajar el nivel en pista.

Daniel Echevarría repetirá como presidente del Liceo

Su primer contratiempo serio se produjo con una azul a Arnau Canal. Martí Serra detuvo la directa de Martí Casas. Y el Liceo multiplicó esfuerzos para aguantar con uno menos sobre la cancha. Pasaron los dos minutos sin encajar y volvió a tomar las riendas y la iniciativa. Fabrizio Ciocale, que una y otra vez se iba por velocidad, se fabricó dos ocasiones seguidas. Después fue Manrubia el que no consiguió convertir un uno para uno a la contra. No era el día del siete porque antes del descanso todavía tuvo otra al estrellarse contra el palo. Eso sí, participó en la contra magistral de la que nació el segundo. Quedaban solo unos segundos. Pero el Liceo nunca tira la toalla. Robó César Carballeira. Montó la contra. La bola pasó por todos los jugadores de pista hasta llegar a Álex Rodríguez, que estaba en el segundo palo, esperándola para un remate perfecto. En el primer minuto y en el último segundo para el 2-0 al descanso.

3-4 | El Liceo renace en Calafell

En la segunda parte el Liceo tuvo una ocasión tras otra para sentenciar. El Calafell también despertó, ya lo había hecho en los últimos minutos del primer acto. Tenía que arriesgar y eso daba muchos espacios a los verdiblancos. Bruno di Benedetto se metía hasta la cocina. Lo hizo tres veces prácticamente seguidas. Después Manrubia volvió a tentar a la suerte, la mala, con otro tiro al palo en una contra en la que se quedó solo frente al portero. Y en otra acción a la contra perdonaron entre Rodríguez y Carballeira, que se la fueron pasando tuya mía, tuya mía y al final de nadie. El Liceo había tenido ocasiones de sobra para el tercero.

Reacción del Calafell

Y quien perdona lo paga. En apenas dos minutos el Calafell se encontró con el empate. Primero Martí Casas. Después Jordi Ferrer. Las bolas entraron llorando. Pero entraron. Y el Liceo, que había tenido la sentencia, tenía que reaccionar. Lo hizo con su capitán al frente, que tiró, cogió su propio rechace y marcó el tercero. Pero aún quedaba otro golpe: otros dos goles seguidos, en apenas un minuto (Humberto Mendes y Arnau Xaus), cuando el Liceo ya no estaba pensando en defender, sino en atacar. El Calafell montó el autobús en el área. Perder no era opción. Era el momento de tirar del ADN. Álex Rodríguez demostró ser un digno heredero del espíritu con un disparo a falta de doce segundos. De la muerte a la vida en una fina línea marcada por el stick del 27.