Voleibol - Superliga 2

Cuando el ascenso es cosa de familia

Las hermanas Andrea e Inés Rivas comparten pista en el Zalaeta, que busca subir a la máxima categoría - “Nuestro padre fue el primero en apuntarse al viaje a la fase”

Andrea e Inés Rivas, en el pabellón del Barrio de las Flores.

Andrea e Inés Rivas, en el pabellón del Barrio de las Flores. / Casteleiro/Roller Agencia

Miden 178 centímetros. Son centrales. Tienen el mismo apellido. Juegan en el Zalaeta. Y son hermanas. Andrea Rivas, la mayor, de 28 años, e Inés Rivas, la pequeña, de 26, comparten familia, deporte y ahora, la ambición de ascender con el equipo de su instituto, el que está “literalmente al lado” de su casa, en su barrio, con sus amigas y compañeras de siempre. Poco hay más especial. Salvo compartirlo con los seres más queridos. “A nuestro padre también le hace mucha ilusión. Está muy involucrado con el club. Se viene a Cartagena, por supuesto. En primera línea de viaje”, dicen. Allí, el conjunto dirigido por Jorge Barrero buscará, del 25 al 28 de abril, una plaza en la máxima categoría, aunque aún tiene que cerrar la liga regular este fin de semana con el duelo frente al líder Leganés. “Tenemos que defender nuestra casa, el Barrio de las Flores, que no hemos perdido ningún partido esta temporada. Sería la mejor forma de acabar el año”, apuntan.

La historia de las Rivas empezó cuando Andrea estaba a punto de ir al instituto. “Iba al colegio Curros Enríquez y las niñas un año mayores comentaban que en el instituto había voleibol y que el profesor de Educación Física, el mítico Pepe, te apuntaba. Cuando llegué me apunté, me gustó, aunque se me daba un poco mal, pero me gustaba competir y el ambiente”, recuerda. En el caso de Inés, como el de muchos hermanos pequeños, solo tuvo que seguir sus pasos. “Iba a ver los entrenamientos y jugaba con mi primo en el parque con una pelota de fútbol así que cuando fui al instituto lo tenía ya claro y me apunté. Hasta hoy... y lo que me queda”, explica ella. Y su padre, encantado. “Siempre había hecho deporte y nosotras hasta el instituto, nada. Pero fue un poco el culpable de que nos metiéramos en la disciplina de entrenamientos y partidos... y se acabó involucrando muchísimo”, explica Andrea.

Ella empezó a dar los primeros pasos sin pensar que llegaría a jugar en el equipo de las mayores, a esas que vio por primera vez cuando tenía 12 años en una fase de ascenso que se celebró en el instituto y que después conocería cuando con 16, Jorge Barrero la llamó para unirse al equipo. “Estaba un día en el pabellón del colegio y me llamó y me dijo que cogiera la mochila que nos íbamos al Barrio de las Flores. Y allí estaban Rocío y Sheyla, después Patri Suárez y Cristina García, jugadoras que marcaron mi formación deportiva y humana y las que abrieron a las que estamos ahora”, dice. Su hermana también se incorporó al grupo, aunque cruzaron sus caminos. Llegó Inés y se marchó Andrea, que estuvo un año en Italia. A su vuelta volvieron a coincidir. “Antes había más piques que ahora que ya hay cierta madurez”, comenta la mayor. “Ahora mejor, antes había más roces”, corrobora la pequeña, “ya no vivo en casa entonces los momentos que compartimos con en la pista en partidos y entrenamientos y eso hace que los disfrutes más”. Les ayuda a que haya menos choques que comparten puesto y no coinciden mucho en la pista. “Evitando rivalidades innecesarias”, bromea Inés.

Andrea Rivas e Inés Rivas, hermanas y jugadoras del Zalaeta.

Andrea Rivas e Inés Rivas, hermanas y jugadoras del Zalaeta. / Casteleiro/Roller Agencia

Y así estuvieron hasta que la pequeña se marchó a estudiar a Lugo, de donde regresó el año pasado, y a jugar con el Emevé, con el que ya sabe lo que es ascender. “Fue el año del COVID así que no llegamos a jugar la fase. Cuando se paró la liga, íbamos primeras y se decidió que la plaza era para nosotras”, comenta. Le queda esa espina que espera poder quitarse ahora con el Zalaeta, aunque reflexiona que se trata de dos proyectos muy diferentes: “El Zalaeta es un club de barrio, una pequeña familia y a nivel económico con el Emevé hay mucha diferencia. Allí podían fichar jugadoras internacionales. Porque había mucho patrocinador local. Aquí no se mueve nada para el deporte local salvo excepciones. Para el voleibol, no interesa”.

Fase de ascenso en 2019

Antes de marcharse a Lugo, las dos hermanas jugaron juntas, como harán este año, la fase de ascenso de 2019. “Aquel año no teníamos como objetivo real quedar entre los dos primeros. Pero entramos en un bucle de juego que parecíamos casi invencibles. Y fuimos a la Copa, fuimos campeonas de invierno, campeonas de la segunda vuelta y fuimos a la fase de ascenso”, recuerda la mayor, “y allí nos dimos cuenta de que éramos pequeñas, las otras mayores, maduras, más formadas mientras nosotras nos lo tomábamos como un premio”. Este año coinciden en que es diferente. “Éramos un equipo de barrio, que lo seguimos siendo, de chicas que llevaban toda la vida jugando juntas. Pero ahora todas tenemos esa sensación de que sí que es posible que una de esas plazas sea para nosotras”, desea Inés. “Soñar siempre se puede, pero va a ser muy duro. Los equipos a los que nos enfrentamos son semiprofesionales, con jugadoras fichadas específicamente para rendir en este tipo de fases finales”, pone la cabeza fría Andrea, “pero por nuestra parte el objetivo es, sin ningún tipo de duda, clasificarnos para la final y conseguir una plaza para la Liga Iberdrola”.

Y para ellas tendrá una connotación muy especial. “No he jugado en otro equipo, salvo el año en Italia. Es un orgullo y más decir que sales de la cantera del instituto. Yo dejé el instituto hace diez años y sigo yendo allí, entreno niñas... y llevo muchos años con las mismas compañeras”, piensa Andrea. “Me encantaría por el club que me vio crecer y formarme como jugadora, por mi espina, por demostrar que somos igual de válidas que otros equipos y que tenemos mucho potencial. Y también por Jorge. Se desvive en cuerpo y alma por este club. Sería la mayor de las recompensas”, concluye Inés.

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