Tres formas de pasear por la Ciudad Vieja de A Coruña

La sustitución del antiguo suelo deja las calles con tres pavimentos: la piedra más dañada, la que se ha reparado con mortero o recolocado y un nuevo material de losas de granito liso muy diferente al original

Huecos entre baldosas y desniveles y vegetación en las juntas de la calle Herrerías.   | // VÍCTOR ECHAVE

Huecos entre baldosas y desniveles y vegetación en las juntas de la calle Herrerías. | // VÍCTOR ECHAVE / R. D. Rodríguez

Pasear por la Ciudad Vieja de A Coruña no es igual de placentero en una calle que en otra. La general ausencia de ruido de tráfico intramuros y el abrigo que proporcionan los antiguos edificios, las vetustas iglesias y el empedrado del pavimento confieren una silenciosa calma al entorno, la sensación de que la vida avanza sin prisas. Es precisamente el firme, el suelo que se pisa, lo que diferencia el paseo por el casco histórico coruñés. Porque hay calles donde perviven las viejas piedras desde hace siglos, rotas, abiertas o separadas, con la calzada desgastada por el tiempo, el clima o el paso de vehículos hasta hace unos pocos años; hay otras donde la vieja superficie de bloques de piedra se ha alisado o reparado; y hay también calles en las que todo o casi todo el firme se ha sustituido por baldosas lisas y diáfanas diferentes a las originales.

Huecos entre losas, con desniveles y vegetación en las juntas en la calle Herrerías.   | // VÍCTOR ECHAVE

Cruce con losas con desperfectos en Santa María y unidas con mortero en Cortaduría. | // VÍCTOR ECHAVE / R. D. Rodríguez

No hay, por tanto, uniformidad en el pavimento de la Ciudad Vieja, situación que en gran medida. Las intervenciones que el Ayuntamiento ha llevado a cabo en el ámbito más antiguo de A Coruña no han afectado a todas sus calles, sino generalmente a las que presentaban un estado de conservación más deteriorado, aún visible en otras que no se han tocado. Así, en los últimos años se ha cambiado el firme de Nuestra Señora del Rosario, Cortaduría, Capitán Troncoso, San Francisco, Isabel Zendal Gómez y Tabernas, así como el de la plazuela de los Ángeles y tramos de Alfonso IX y Santa María.

Baldosas de pavimento nuevo en la calle Tabernas en el cruce con la travesía del Parrote, viejo.   | // V. ECHAVE

Baldosas de pavimento nuevo en la calle Tabernas en el cruce con la travesía del Parrote, viejo. | // V. ECHAVE / R. D. Rodríguez

Las demás calles presentan dos estados. En unas se advierte una adecuación de las piedras del pavimento mediante la alineación de bloques y la cobertura de mortero en las juntas entre los mismos para evitar desequilibrios en la superficie, de manera que se ha favorecido el tránsito peatonal, como ocurre en Veeduría, parte de Zapatería, Príncipe, Santo Domingo y la plaza del mismo nombre. En otras, la conservación no es tan buena, más bien es mala, y se aprecian no pocos e incómodos desperfectos en el empedrado, con roturas, manchas, desniveles e incluso vegetación entre los bloques en las calles Herrerías, Damas, Sinagoga, Parrote y las plazas de Azcárraga y General Cánovas Lacruz.

El pavimento que predomina en la Ciudad Vieja es el que el Plan Especial de la Ciudad Vieja bautiza como tradicional, de la época romana o medieval, y su trazado, materiales y despieces están catalogados por el ordenamiento urbanístico. Es también tradicional en otras zonas de Pescadería como las calles Real, San Nicolás, Riego de Agua o Franxa. Presenta variantes y en unas partes es pavimento de tierra batida y en otras tiene cantos rodados o llegó a tener adoquines. Cualquier cambio de firme en este ámbito protegido debe contar con la autorización de Patrimonio. Apuntan fuentes municipales que la retirada de suelo se produce cuando la piedra es “irrecuperable”, siempre con permiso de la Xunta, y que esos bloques en mal estado se destruyen.

“Estos pavimentos han pervivido en nuestro casco histórico desde hace siglos y son un auténtico lujo. Como todo patrimonio, hay que mantenerlo, es imagen de la ciudad. La falta de mantenimiento es lo que genera caídas, tropiezos, charcos… Hay casos en los que es imposible conservarlo y naturalmente hay que sustituirlo por un pavimento nuevo que, a ser posible, sea similar al que había”, opina el arquitecto José Ramón Soraluce, redactor de un estudio sobre el estado de las murallas de la Ciudad Vieja y defensor del enlosado coruñés frente al de adoquines que predomina en Portugal, por ejemplo, “muchísimo peor que el nuestro, sin consistencia ante el paso de los vehículos y los peatones”.

En Nuestra Señora del Rosario, el Concello retiró el año pasado las “deficientes” aceras y calzada de adoquines (según el pliego técnico de la obra) y los cambió por una plataforma única de losa de granito silvestre —muy habitual en Galicia— con piezas de 18 centímetros de canto, anchos y largos variables y rejuntadas con juntas de 10 milímetros de mortero de cemento blanco. En otra calle reformada de la Ciudad Vieja, Cortaduría, donde había losas y cantos rodados, se realizó una pavimentación con reutilización de losas de piedra y formación de bandas de losas reproduciendo el estado previo, según señala el pliego del contrato de la obra.

Soluciones como estas se ajustan a los dos tipos de técnica de enlosado más frecuentes, según indica Aitor Puente, director de la Asociación Galega de Áridos: retirada de la piedra antigua (que en ocasiones, según su estado, se numera para volver a colocar después) o nivelación de calzada. “En estas obras, cuando se usa un tipo distinto de material hay que tratar de ser homogéneo desde el punto de vista urbanístico, con la menor afección en el entorno y la misma tonalidad de pavimento”. La humedad, el clima, el uso o la suciedad serán factores que mostrarán con el tiempo la durabilidad de las nuevas piedras sobre las que pasean los peatones.

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